viernes, 18 de septiembre de 2015

Algunos textos de : "La espera y otros poemas". Autor: Felipe Sánchez Hicapié.



1


Quiero mirar el sol por la ventana, pero tus palabras la cierran de un golpe. No me pidas que te mire a los ojos porque los míos están persiguiendo la ausencia. Quiero mirar el sol. No me detengas, deja que la soledad hable por nosotros. 



*



Temores


A Ingmar Bergman 




Mis pasos tiemblan cuando veo al barranco agonizar. Soy vulnerable como mis presagios. ¿Qué puedo hacer? Simplemente girar sin que te des cuenta


*



Máscaras

A Yukio Mishima


Me da miedo escucharlas. Son más reveladoras que mi sombra. Sus palabras distinguen el ruido del silencio. Cuando salgo al escenario quiero olvidarlas, pero no puedo hacerlo porque mi rostro se aferra al de ellas. 



*



Altamar


A Meira del Mar


Y el náufrago sueña con unos barcos de papel que atraviesan la línea de horizonte. 


*



13



El silencio lee nuestros pensamientos en voz alta.



*



14



Y algún día, cuando el dinosaurio se despierte, jugaremos al fin del mundo.




*



15




 Estoy deshaciendo mis pasos, pero no quiero irme todavía.





*



Silencio 


Silencio. Miras tu cuerpo con los ojos cerrados. Silencio. Tocas tus piernas sin pasar tus manos sobre ellas. Gritas sin abrir tu boca. Silencio. 




*



Agonía



Golpes en la pared, las lágrimas borran mi cuerpo, agonía. Estoy esperando un instante que será eterno, soñando con una despedida y con las horas que se deshacen como las palabras que no he dicho. El silencio delata mi agonía, sinfonía del olvido, mirada inconclusa, quiero salir de este lugar a dudas y encontrarme con la soledad del espíritu. Aquí estoy, ven por mí. 



*



Oración



No alzaré mis manos en ofrenda tuya. Tampoco repetiré las palabras que ya conoces. Simplemente cerraré mis ojos para que escuches mi silencio.



*



Tabú


No puedo tocarte porque mis manos te miran.



*




La espera 
(Basado en la fotografía Self performance de Jürgen Klauke)



Primer acto

Un velo cubre mi rostro. Unas flores te esperan. Llevo varios días así. Quién sabe si cuando llegues quiera verte. Tal vez si, tal vez no. No sé. Seguiré aquí y si no me encuentras espérame. La pared que estaba detrás de mi te mantendrá a la expectativa. No llegaré.





Segundo acto

Me olvido de ti mientras camino de aquí para allá. Tengo la mirada fija en alguien que no está. Una pausa. Vuelvo a caminar porque si dejo de hacerlo mi sombra se irá. Ahora una chaqueta de cuero dibuja mi torso. El velo que antes cubría mi rostro es sólo un recuerdo. No veo nada. Mi sombra quiere quedarse en un solo punto. 





Tercer acto

Mi cuerpo es una pared blanca y negra. Mis manos y mis piernas están inmóviles. No pasa nada. Alguien quiere derrumbar mi cuerpo con su mirada. No sé si está adelante o atrás. Me atemoriza. Mi sombra ya se ha ido. 




Cuarto acto

A la derecha solo estoy yo, a la izquierda un recuerdo. Mi pecho se alarga y mis manos tratan de contenerlo. Corazón afilado que me partirá en dos. La pared sigue mirándome. 




Quinto acto

Mis manos y mi pecho son un solo. El tiempo es una metamorfosis pero yo sigo siendo el mismo. Te vas y regresas pero no te veo. Adelante el mundo se hace pequeño, atrás es grande y vacío. Mi mirada sigue esperándote. 




Sexto acto

Ahora mi cuerpo es un vestido. Nadie lo admira porque todos están desnudos. Tu estás desnudo y por eso te vas. Soy otro y me gusta. Quisiera tener un espejo para contemplarme, para que mi vestido me vea. Soy otro pero para ti sigo siendo yo. Cuando estés vestido no te diré nada y me marcharé. 





Séptimo acto

No dejo de mirar mi vestido. Mi rostro es un vestido y mis recuerdos quieren vestirse con él, pero el olvido no se los permitirá. Las flores que antes te esperaban ahora dibujan las arrugas de mi vestido y señalan el camino por donde debo partir. No quiero irme.





Octavo acto

Cierro mis ojos y mis manos llevan las flores que dejaron tus pasos. Todavía te esperan. Abro mis ojos. Dentro de poco mi reflejo quebrará este espejo que quiere borrarme. 





Noveno acto

No hay espejo, no hay reflejo. Sin embargo, alguien me mira ¿Eres tú? Tus ojos guardan silencio, dime algo. Todavía llevo las flores que te esperan, siguen frescas. Las pondré en un jarrón y sus pétalos se caerán. La pared sabe su inevitable destino. Yo también pero ellas no.





Decimo acto

Mi vestido ha desaparecido. Ahora estoy como ellos, como tú, desnudo. No quiero mirarme. Tengo las manos detrás, estoy tranquilo. Sé que no vendrás pero ese lugar de mi cuerpo que no has tocado me dice todo lo contrario. 




Onceavo acto

Cuerpo entero, vida fragmentada. Mírame desde donde no estás porque me iré. Mi desnudez me acompañará y ese quien yo creía que eras me dejará a mitad de camino. Cuando llegues no te darás cuenta de que estuve aquí.





Doceavo acto

Antes de irme dibujaré sobre la pared ese lugar donde se pasea la ausencia, mi cuerpo. Cuando la sientas no me busques. Mi sombra volverá y seremos uno solo.




***



Felipe Sánchez Hincapié.Medellín, 1989. Artista plástico y estudiante de comunicación social. Ha participado en diferentes exposiciones realizadas en Medellín como Castilla pintoso, organizada por el colectivo venezolano Oficina # 1, en marco del Encuentro Internacional Medellín 07 (MDE07). También ha publicado sus textos en la revista Cronopio, Revista Prometeo (Medellín) y La Calle: domicilio conocido (México).



sábado, 20 de junio de 2015

ARDE EN LETRAS EL RAYO DE LA VOZ. Por Jairo Guzmán






Arde en letras el rayo de la voz


En el crepitar de antorcha del mito
Bramo resoplo me desboco

Muerdo la aurora  me desgarra tu grito
Arde en letras el rayo de la voz

Incuba la palabra su estertor primero
Sangra el nombre  su leyenda

Tu nacimiento 
Palabra 
Es una joya del milagro
Entrelazada a un rocío de eternidad



1.

Revivimos el antiguo gesto de la voz. La palabra que canta, la palabra que resucita en cada uno al mensajero de los signos, al trashumante por la estepa órfica.

De todos los despojos del día, de su lastre de palabras que son dictámenes, órdenes instauradas por frases que son guijarros en el desierto de la producción; de todo el infierno kafkiano de la palabra maniatada por los formalismos, de todo ese dédalo de contingencias, surge la palabra engendrante, la palabra que se hace memoria y nos une a  lo maravilloso.

Con el imaginario que se nutre de las potencias de la vida, la poesía avanza, manifiesta su fuerza fundacional.

Cuando las palabras vienen como olas cargadas de plenitud, el poema surge en el desierto de los eslogans y sus signos que no irradian sino que succionan los imanes de la significación, detienen su luz.

Los poemas de un autor son parte de un gran himno, transmitido de generación en generación. Lo que surja de ese devenir, lo que perviva de todo ese movimiento, es el poema que vendrá.

Existe el poeta del vértigo o el del sosiego, el que tiene un clavel en la solapa o el que se olvidó de los buenos modales en las calles "que no ahondan el poniente".

Existe el poeta en el palacio, el poeta del periódico o el poeta que resiste en la calle o encerrado en una covacha.

Nuestro tiempo está invadido de truculencias. Es un tiempo que ha querido hacer de la poesía una caricatura para uso decorativo del verbo en los salones. El poema no puede ser una pieza municipal de museo literario ni caballito de tiovivo en el circo de las tertulias.

Un poema es un tragacuchillos o un león alucinado en la fronda de las visiones.

Cuando el poeta interroga, a todos nos hace partícipes de la orfandad de luz o de un vacío por el que se ensancha nuestra mirada y nos vamos quedando sin palabras, sólo nos van quedando muchas preguntas y como expresara el poeta Gregory Corso: el gozo está en saber que no hay respuesta.



2.

Como especie avanzamos a tientas entre la tóxica nebulosa de nuestros engendros. El delirio por sobrevivir en esta jungla misteriosa, exageró el diapasón y ahora, después de confinar a la naturaleza en el rincón de los oprimidos, permanecemos expectantes ante el desierto, el glacial y la inundación, que avanzan como los nuevos titanes. También se ha vuelto nocivo el sol por los agujeros del ozono, ese dios malherido.

Tiempo difícil que invita a re-sacralizar lo viviente, ahora que se nos aleja. Tiempo para hacer del globo terráqueo una burbuja plena de vida en el que se haya desterrado el sufrimiento de milenios, reflejo de una práctica de la culpa que nos condenó a un circo de dolores.

Invocando a Hölderlin, lo que permanece ha sido fundado por la palabra de los poetas, por las acciones que la poesía hace brotar como llamas en la noche.

Que se escuche la palabra de aquellos que han guardado el suficiente silencio, sólo para entonar la voz que eleve nuestro sueño al plano de las realizaciones, como seres en la penumbra sideral que celebran el milagro de la luz.

Estamos ante un tiempo de dureza, en el que todos los paradigmas entraron en eclosión como los promontorios de la corteza terrestre, que se rompen por el empuje del fuego. Se trata de sincronizarnos a una gran ola de transformación, que todo lo remueve, camino a la otra orilla, tan anhelada, después de haber resistido las aguas turbias de la historia.

Son las trepidaciones, los cataclismos de la conciencia los verdaderos fundadores de un nuevo sentido del ser en la vida y para la vida.



3.

La escritura en el rol del control a escala planetaria es un engendro aterrador: el terrorismo semiótico y semántico de la ley y sus trampas, sus hermenéuticas enchufadas a un aparato de devastación mediante las implacables y absurdas leyes del hipercapital, con su aritmética infernal de usura a ultranza. En ese sentido la palabra se convierte en el más peligroso de los bienes (según el decir de Hölderlin).

Ante ese escenario ya no será preciso afirmar que la palabra del poeta y su experiencia personal obedezcan a la más inocente de todas las ocupaciones. En este contexto opresivo y alienante ya el poeta ha perdido su inocencia hölderleineana, el rol es distinto, es un hombre como cualquiera y por lo tanto su acción lleva el estigma de la rudeza de un mundo que perdió radicalmente la inocencia. Esto ya se observó de manera radical en la época de las vanguardias poéticas y artísticas, por allá a comienzos del siglo XX.

La poesía es la experiencia del espíritu ante los grandes estremecimientos existenciales, ante la orfandad del ser en la noche oscura del alma (San Juan de la Cruz); de ahí que la escritura sea el instrumento aliado del poeta ante su mutismo.

En silencio el poeta le devuelve la pureza a las palabras de la tribu y en voz alta esa palabra retorna a ella, enriquecida, decantada, plena de revelaciones y de luces. De estos trasvases está hecha la vida y la permanencia de la poesía. Sin la conjunción del poeta con quien le escucha, el poema permanece en potencia, espíritu coagulado en letras, encapsulado en signos, semillas milagrosas que sólo germinan en quien las pone a vibrar en voz alta.

Esas cápsulas de poesía siempre estarán allí a punto de explotar en sonido, sentido, música liberada, genio escapado de la cripta . Esa es su magia, su función sagrada: preservar el espíritu, el soplo divino que pervive en lo escrito.

Esa escritura frotada, a la que se le extrae la palabra hecha voz, como una joya del espíritu, adquiere su dimensión sonora, encantatoria, por su música, por la alquimia verbal modulada en palabra .

El milagro de la voz nos define, nos otorga esencia, nos trae el eco de nuestro propio misterio. Siempre habrá asombro ante la voz del otro y el encanto viene adherido a la poesía que despliegue.



4.

El lujo de la poesía viene de la explosión de una pre-palabra. Ese big-bang del habla está precedido de una poiesis de la errancia, una poética que activó la dínamo de la supervivencia y extendió la presencia del animal humano por todo el globo azul, ahora agujereado por  los venenos gaseosos que son los colosos o titanes de nuestro tiempo, la tóxica posmodernidad.

¿Para qué poetas en tiempos tóxicos, además de aciagos? Para cantar. Nuestra única y gran riqueza es el canto. Nuestro gran patrimonio es la capacidad encantatoria del verbo. El canto que nos une en una voz incandescente gracias al fuego de la poesía.

Es el momento de escucharnos como especie que se ha excedido en su narcisismo. Estamos en un tiempo narci-sísmico. Un exagerado antropocentrismo nos ha situado en un devenir errático, de fracaso en fracaso.

Tiembla el animal humano ante el espejo roto del desastre. Las aguas del abismo donde se enamoraba de si mismo, parafraseando a algún poeta español, le inundan tanto las geografías físicas como las del inconsciente.

Mientras haya aire para cantar, a pleno pulmón,  la grandeza de la vida; mientras haya un ánimo vivificante que se ocupe de mantener el más elevado sentido sagrado de la poesía, mucho más decantado estará el espíritu para dar los saltos que sean necesarios en la perspectiva de la vida y la permanencia de la naturaleza, sin los venenos que nos han separado de su seno sagrado.



5

En los tiempos tóxicamente aciagos o en los tiempos aciagos de tanto tóxico, aparecen los poetas para darle sentido espiritual a la vida con los dones de la palabra. Es misión del poeta resucitar el sentido sagrado del mito de la vida en la tierra.

Es misión del poeta mantener viva la memoria de los pueblos originarios. En estos tiempos de la globalización de la infamia, a la par que se globalizan los derechos humanos se globalizan la xenofobia, el racismo, la exclusión, la pobreza y la policía.

Ante toda esta arremetida globalizante de la muerte, las legiones de la poesía responderán de manera lúcida y consecuente con las acciones poéticas en beneficio de la existencia y la permanencia de la vida en el planeta.

Esto presupone estar en oposición a la delirante máquina de la destrucción a nivel planetaria como la industria militar de alto nivel de exterminio masivo de lo viviente.

Ahora mismo son dos las amenazas reales: el cambio climático y el animal humano, por su capacidad de destrucción general.

Es el tiempo propicio para el retorno de la palabra esencial, que genere un sentido más elevado y digno de la naturaleza humana. Ahí entran las voces como un coro que esparce sus dones  poéticos  para que la humanidad se reencuentre con sus orígenes.



6.

El legado de los poetas es el tesoro que heredamos para respirar, con los pulmones del canto, la aventura que somos: el habla de la intemperie ante lo imposible, esta sed de ser en la deriva, en la espesura del día a día, mediante un mundo de fuerzas concurrentes y chispazos del sueño, coronados por un misterioso rayo de luz para danzar en el abismo.

Ante la algarabía celeste nos unimos a la fiesta solar. Ante los animales, esos asustadizos seres de la vigilia, invocamos los cantos ancestrales de comunión con su inocencia y con la serenidad del bosque, frente a los desiertos que avanzan hacia la vida de las ciudades.

No sólo de versos o de prosas, está hecha la poesía. Los poemas son unas de las tantas huellas que deja el paso de la poesía por nuestras vidas y aquel que se dispone a que el lenguaje cante a través de él, es el poeta. Nos reúne nuestra sed de infinito ante lo efímero. Deseamos el encuentro. Somos la tribu que ríe, los animales que imaginan.



7.

Palabra sin tiempo, el mito respira con el oxígeno de la poesía. Danza, rito e iniciación en los misterios , la poesía es la sustancia que moviliza los símbolos en que el mito se manifiesta. El mito contiene todos los dioses, todas las narraciones que les dan vida y poderes; su esencia es permeada por todo lo viviente.

Lo ignoto, lo increado, lo incognoscible, los arquetipos, el misterio, el origen y la otredad tienen un gran peso específico en nuestra deriva por el océano de la historia. Somos mucho más que el relato de la historia. En nuestra esencia gravita la conciencia del huevo solar. En nuestras células están grabadas las grandes epopeyas, las grandes batallas que ha librado lo viviente para permanecer y continuar de cara al sol. Esa poética de lo viviente ha dado paso a nuestra presencia en el mundo. La poesía es la sangre del mito.

En su carta del Vidente, Rimbaud expresa: “El poeta es, pues, robador de fuego. Lleva el peso de la humanidad, incluso de los animales; tendrá que conseguir que sus invenciones se sientan, se palpen, se escuchen”. En esta perspectiva rimbaudiana, el poeta es un Prometeo desencadenante. Roba el fuego de la poesía y lo distribuye entre la humanidad. Vemos cómo un mito resucita en un poeta, justo para renovar el sentido de la experiencia poética: la poesía para “cambiar la vida”.

Así, el poeta contemporáneo, al igual que Prometeo, tiene una parte de sí enraizada en el mito y otra en la utopía, ya que descifra el código (mito) del fuego (conocimiento, poesía, técnica) y lo distribuye entre la humanidad, con la promesa de cambiar la vida (utopía actuante), de liberarnos de toda opresión y ejercer la libertad como una adquisición.

Seguimos en el laberinto y el hilo de la poesía nos va guiando, al transmitirse de generación en generación, para no perecer ante la realidad, esa contingencia, ese minotauro de la sobre-explotación y la devastación. Encontrar la salida es el sueño que alimenta la utopía. Sueño actuante, en el día a día. No se trata de ignorar la realidad. Más aún: hay que asumirla y transformarla, radicalmente. Ahora ya no nos conformamos con proclamar que "otro mundo es posible"; proclamamos que es factible y lo hacemos. Promesa por cumplir, con raiz en el mito y la historia, la utopía es una acción permanente, es el motor de nuestras acciones poéticas.

viernes, 20 de marzo de 2015

GINA EBRIA O EL AMOR. Autor: Jairo Guzmán


Pintura de Fernando Arroyave. Titulo: Mujer selva. Oleo sobre lienzo


GINA EBRIA O EL AMOR


Técnica: Frottage zigzagueante en zancos de trapo
  bajo una lluvia de ratas


I.

Ella se abanica, se mira en el espejo. Un olor como el del anís no es muy agradable cuando encontramos un muerto en la cama.

Aparentemente no me preocupé demasiado por semejante escena. Tal vez por lo espeluznante del asunto; quizás porque había un rictus de altivez en su rostro y sus manos eran lo suficientemente campesinas como para no desagradar a las mujeres.

¡Amigos míos! ¿Qué es esta mascarada?

Lentas y pesadas corrían por mis mejillas lágrimas que, en parte, se reunieron en el borde de mi mandíbula; luego se sumergieron en la noche.


II.

Después de seis meses de no vivir más que para ella, aparecieron sollozos como un  maremoto y el hermoso rostro se ocultó en un desorden de dedos y cabellos.

Las suaves músicas modulan romanzas. La chaqueta cae de su espalda, entonces Gina Ebria aparece ante todos como la MUJER.

Luego, cambiaba la escena.

He sacrificado lo mejor de mí mismo, allí donde yo era el más audaz, el más seguro para alcanzar la pureza.


III.

Pero, veamos: ¿En casa de quién he caído?

Me parte el alma escribir estas cosas tan desagradables.

Tururú…      No me abandones esta noche… Estoy arruinado.


IV.

¿Qué nos importa éste mundo que dejamos aquí?

Lo realmente maravilloso de nuestra vida, es que nada tiene la importancia que le otorgamos.

No puedo ver ningún suceso con terror.
La invención más bella de los hombres es el infierno; eso sí que tiene gracia.

¿Creen ustedes que el suicidio cambie en algo nuestra cruel indecisión?
¿El escaparate de un ortopedista tal vez?


V.

Gina Ebria tiene un nombre que hace cerrar los ojos. Se abanica, no porque haga calor si no por lo nerviosa. Se mira en el espejo oval, traído de Italia por la tía bizca esposa del rumano tartamudo.

Su rostro en el cristal clavó sus miradas sobre mí. Mis manos se agrietaban de deseo.

Se reiría de mi si le dirigiese alguna palabra que la homenajeara.

Un aletazo de cuervo le escindió el rostro. Cruzó la habitación como si atravesara el bosque de pinos donde nos conocimos: ella cogiendo moras silvestres; yo, solitario, con la “Carta al padre” arruinándose  en la axila.


VI.

Más tarde, las caricias se convierten en un deber. Sus gozos, se consumen en suspiros de resignación.

Sin duda experimentamos las fantasías que se unen a los cuerpos como racimos de mangos.

Entre el ruido de las risas se oyó mi voz. Hablé inusitadamente del hipnotismo de las serpientes basado en la velocidad de la luz.

Mi vida con ella no tenía como fin el amor: Ella era el amor mismo.

Lo que llega a nosotros es lo real ineludible como un embriagador reggae impregnando de dulcedumbre la cintura de una nigeriana.

Entonces uno abandona la cama y todo está por recomenzar.



sábado, 14 de marzo de 2015

TRES POEMAS DE HARRISON PALACIO




Déjame desearte un pasado feliz
ese que no olvida
cuán sagrada era la ceiba
ese que era fuego
seduciendo a los perfiles del cielo
invocando con brazas luciérnagas
los últimos indicios del paraíso
con sufrimiento cada paisaje
fue ritual y vuelo de pájaro
( la serpiente que fue ave
o sentencia de tormenta)

Se guardaban
en las fauces de la tierra
los secretos del horizonte

Antaño no había discordia
o dioses ebrios pretendiendo
enamorar a las doncellas
y a besos convertirlas en orquídeas
(ellas eran felinas garras
en cacería
de animales innombrables)

En los anales de éste recuerdo
eran todos el mismo círculo de vida
rehuyendo a los libros sagrados
que invocarán por siempre
diluviosas promesas del fin
ya que en círculos
la eternidad aquí florece

Las formidables formas infinitas
se derraman como leche
en los senos de la montaña
que abierta en libro de quietudes
ofrece al aire
los secretos de la creación
Y hambrientos
los incalculables seres
bebían de sus hojas
las partituras del aire
siendo cóndores arcaicos
surcando las profundidades
del continente

Antiguamente
no se inhalaban temores
que en los corazones resecaban
las primaverales exuberancias
por siempre indómitas
de la sangre limpia
material de sacrificio
con el que se abonaron
los primeros hombres
que merecieron acunarse
sobre un lecho tibio
de hojarasca viva
que arrulló los cantares
de la memoria

Te  deseo un pasado feliz
ese que en petroglifo
fondo de río
se atrinchera contra
lo que las historias narran

Ese que perdieron  los hombres
cuando no tenían en ahorcados pesos
lo que las conquistas hieren
(este pasado perdido
Y misteriosamente feliz)
Que sólo en estas horas
las extinciones y los ríos secos
convierten en fantasmas
fatigados de tiempo




***




Mientras
la geografía dicta oleajes
en pájaros volando al sur
y mariposas constelando
las rutas del magnético norte


En mis antiguos parajes
los salmones juegos no existen
porque no tengo  osos de luna
ni antílopes recuerdos fugaces

Mi geografía dicta
los anfibios colores
que relucen en
el zócalo del cielo
y marañas de ramajes
entretejiendo las faldas de la selva

Aquí no hubo civilización terca
escudriñando lo insondable
porque de lo insondable
está  hecha mi  geografía

Mi geografía dicta peces de colores
arremolinando danzas
sobre las turquesas aguas del cansacio
tibiándose lentos
en el sucumbir del arcoíris infinito

Y dicta las  misteriosas formas
viviendo en la llanura
pastando el frío que
arrulla a la sabana

De oro y lunas mi geografía brilla
Mientras las alquimias parlotean
En el azul del papagayo

Ningún atlas sostiene
La pesadez de su agrestura
que con  sensación de  cobre
se hace espejo en la playa

Aquí no se cimentaron
Los antiguos hombres
Que desaparecieron de sus ruinas
porque todavía nacen
en el verdor aborigen
Aquí quedan ecos de Dios
en cada esquina
en la blandura de la vida
en el esplendor del viento


Mi geografía me sostiene
con horizonte de arrebol violento
llenándome los pies
de incansables pasos




***



Resquicio
Cuando muerdo tu rodilla
abro a dientes
un desesperado rincón
abandonado

Sigo con mi lengua
patrocinando el delirio
si trapeo con mis besos
cada altar desolado
si invado en desenfreno
el resquicio
mientras  el éxtasis
muerde invisible

De placer tu piel se hace flecha
enterrándome en la boca
una muerte como grito

desangrando mi voz
me entierro en tu cuerpo




***


Harrison Palacio. Medellín, 1981. Fue uno de los ganadores del I Premio de poesía joven ciudad de Medellín, en 2011. Respecto a la poesía y el poeta, expresa:

"La poesía es fantasma que atormenta, casi siempre en las noches, para decir al oído lo que los espíritus oyen y que no queremos oír. La poesía posee fuerzas incomprensibles que recorren por los ríos del hombre desbordándose en seres que inundan de humanidad a la humanidad, que a veces bíblica no sabe de arcas o salvación.

El poeta es arca, es médium, es baúl... es adonde llegan las aguas de los dioses furiosos para que hablen con las leyes infinitas, es el canal por donde los ‘más allás’ se comunican y ponen en tránsito los desconocidos ecos."




martes, 3 de marzo de 2015

Poemas de Mauricio Alejandro Moreno. Del libro: "Vestigios de la llama"




HOLOGRAMA

He vuelto por obligación. Las palabras escritas son para mí cosecha y rito. No siempre el oficiante está a la altura de la ceremonia; sacerdote del flagelo, hoy mi señor es el letargo.
Escribo para justificarme, para alimentarme, para salvar de la rutina unas líneas que también a mí me salven del ladrillo o de la marcha de la máquina. Si, le doy vida a las letras y me la retornan potenciada. Esta es mi obligación. En algún momento elegí vivir. Pero vivir a medias es traicionarme, es un desacato a mi decisión, el peor de los suicidios.
Entonces el rito invoca mi presencia y mi carne es otra vez un puente, un holograma que atraviesa el concreto y el metal.



***


Intentaron sembrar en mí el odio. Aún persisten en ello. No necesito recordar para sentir la ausencia de mi padre. Lo asesinaron en la sala de su casa, donde la puerta abierta a la calle, al mediodía, se entregaba a la última trama que él protagonizaría.

Otros, acaso los mismos, me asaltan con requisas, no sé qué buscan en mis genitales. Han venido a mi casa con sus gritos y patadas a la puerta. Dentro dan órdenes y se creen señores donde saben que no hay reyes. No en vano se han visto siervos a caballo y príncipes que anden como siervos sobre la tierra, ¿pero toda la tierra?

Construyen murallas a la esquina de mi casa y con toda clase de vallas quieren delimitar mi deseo. Hasta música componen los canallas. Míralos, míralos cómo se ocultan entre las líneas. ¿Los has visto? Te dicen que no puedes, que lo más a lo que se puede aspirar es a disfrutar el momento y te dicen cómo y dónde comprarlo. Que no puedes soñar con encontrar un sentido, que no puedes hacer nada para sanar el hambre o el dolor, y que las muertes de cada día son necesarias o inevitables. Maestros de la impotencia, todo lo pueden. He creído verlos, pero están por todos lados y en ninguno. Obedecen a corrientes que también siguen las nubes y que hacen estación en cada casa, no siempre por asalto, sutiles corrientes.

Hemos de emanciparnos, espero. Yo mismo me sacudo y todo el humo negro, toda la rabia, la disuelvo en luz o en vacío. Entre tanto las grandes estructuras siguen creciendo, atropellando. Intentan sembrar en mí el odio, persisten en ello.

Invoco al granizo. Ya viene. Lo percibo en el aíre. 



***




LÁGRIMA


Por el rostro resbala
como si nada
y no menos que un río
arrastra una gota.




***




A PROPÓSITO DE NUESTROS MUERTOS

Ellos ni se toman la molestia de despedirse porque tienen la excusa de lo imprevisible que fue su partida. Nosotros, en cambio, no terminamos de despedirnos. Nos adentramos en callejones de ensueño con la esperanza del reencuentro, acaso el reencuentro con nuestras manos vacías y el corazón roto o, en el mejor de los casos, agrietado.
El tiempo lo cura todo, insisten. Pero cada nueva pérdida es una piedra más que carga el corazón. He llegado a sentir la inutilidad del grito: ¿cómo gritar algo que no cabe en la boca? Que de nada sirve el llanto porque al final el dolor no se marcha con las lagrimas… sin embargo, lloro. Y cada pérdida lleva a la pregunta ¿dónde he de buscar lo que he perdido?
Y antes uno se da cuenta, desde lo que le dictan los sentidos, incluido tal vez el sentido común, que este es el lugar y que todo, todo, está por perderse.
Alguien, alguna vez, quiso traer consigo la flor que vio en un sueño de cielo. ¿Habrá querido llevarse otra de aquí?
Sólo contamos con este instante de conciencia.



***




Juego al desnudo cuando tomo el lápiz.
Y como la piel
            que también es vestido
la vieja voz dicta sus palabras




***



03052011 10

Estos días que penetran la cáscara de la costumbre, en los que te encuentras de pronto habitando el mundo, desvanecen las palabras.
En uno de estos días, tal vez, poniendo mi mano sobre tu hombro, podré comunicarte lo que las palabras no. ¿Qué diría un habitante de la niebla si esta se disipa?
En estos días cada cosa resulta ser un espejo y el aíre es tan familiar que no hace falta surcarlo para sentir la libertad; simplemente  la respiras.
En estos días el destino no tiene asidero.



***



FIGURA DEL POETA MALDITO


La tranquilidad se sienta a tu lado
                                                       y la desechas
         porque te enseñaron a buscar
                                                     el acontecimiento de las luces y los excesos.
                 ¿De qué te sirve la penumbra si ostentas la soledad?
                                             ¿Para qué un nombre que nadie ha de pronunciar?

La felicidad, sí, la llamaste,
                   viene a sentarse sobre tus rodillas
                                                                y la ignoras
                                                      como otros injuriaron la belleza.
       Necesitas la identidad del tormento
                         Embriagarte caerte negarte y sobre todo
                                                                                         menoscabarte.

El aplauso vendrá por tu poema, valdrá la pena
                el hambre, la miseria, el hastío. Tal vez luego podrás
                                                              disfrutar de las ventajas de tu nombre.
                                               
Es otra mi poesía.
                                                         Anónima, se busca y me busca. Me cambia
                                               y la cambio
                       por unas centésimas          de tregua.



***




LA HORA DE LAS CAMPANAS

En otros mundos salen soles sin esfuerzo. En éste, su único sol se arrastra, cuando no se esconde, para iniciar la función que no tiene norte. Llegan temporadas de frío donde el mundo se ve a través de una ventana empañada. Es peligroso morir allí. Los buenos sueños acaso no vengan a recogerte sin un sol a su espalda. Pero qué tentador resulta abandonar un cuerpo congelado…
Sin embargo, es otra la hora de las campanas. Antes eran varias las horas, pero se redujeron a una sola para evitar el éxodo de los pájaros; los invade un frenesí extraño, luego del cual todo es un reguero de plumas. Hubo uno que se hizo imperturbable después de aquello. En el pequeño bosque, a orillas del lago, se ubica muy tranquilo, como si fuera un señor de esos que alimentan palomas, y no devuelve ni un saludo, ni un gesto siquiera, de tanto mirar sin mirar lo que parece el cielo a unos pasos del horizonte. Muchos, muchos de sus compañeros desaparecieron. 
A mí las campanas me recogen, me llevan con ellas en el mismo sitio donde reposo y por un momento todo se hace tan liviano que me nace la certeza de llevar este mundo en la palma de mi mano. Con ellas, hasta el sol se alegra. Una luz que no parece la suya se aposenta en las cosas y en los seres, y una risa que es volcán y no cascada, vibra en el suelo, en el aíre. 
En otros mundos, tal vez todas las horas son de campanas. No tengo idea si en otros mundos extrañaría mi hora de campanas. Pero sin el recuerdo de una ventana empañada, acaso todo resulte deslucido a mis ojos.




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ARCO IRIS

“La explicación no anula
el milagro”
D.E.

Los dedos del sol
precipitan el éxtasis
y el derrame
de las nubes contempladas.

Las gotas son prismas
espectros los rayos de luz
en la retina
claro
un arco iris perdurable.



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EL TRAJE DE ÍCARO

¿Quién dice que Ícaro sufrió la derrota? Yo lo vi ad portas de lanzarse rumbo al sol, lo vi tomar la decisión del salto. Él sabía la verdad de su traje y conocía la naturaleza del sol. Incluso su más sombrío ser lo sabía y lo antecedió en su final abrazo. Un portal a un universo de lunas conscientes era para él la llama celeste. No muere quien realiza su más intimo sueño.





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Mauricio Alejandro Moreno. Poeta de Medellín. Edita el 
blog:http://pabellondepalabras.blogspot.com/

domingo, 22 de febrero de 2015

DESDE EL ÁRBOL DE LA CANELA. Jairo Guzmán



Niños del fuego ríen en torno a mis gestos de agua. Nubes cantan con frutas que maduran a su paso. Emanaciones del tapiz de hojas de balsos, cocoteros, guácimos que, entrelazados, esconden  una iguana. Gestos de saltarines por los maizales .

Borrachos de gozo, hacemos collares de peces a las muchachas de senos nacientes; pezones como corozos.

Corremos desnudos a través de la sabana recién humedecida por las lluvias. Nos mimetizamos con el herbaje para observar a la nutria.

Silbamos como el pájaro toche, para atraerlo hasta nuestro escondite.

Envueltos en la piel de un tigre, cazado en las cercanías de la laguna, entonamos el canto para atraer al venado de cachos racimos. Allí suelen ir montiadores a sacar hicoteas; a veces, acechan a las babillas.

Cópulas entre matorrales y bandadas de guacamayas atravesando el cielo.
Llamas izadas entre frondas de jade: flores de un rojo más intenso que una explosión.

Yacemos sobre una alfombra de mangos maduros, mientras el pájaro Sangre de Toro come sorgo en nuestras manos.

Todo fiesta, risas, algarabía de niños persiguiendo estrellas fugaces.
La compañía de las palomas y su currucuteo en las tardes de arroz.

La eclosión de invisibilidades en el atardecer, se manifiesta como un pedazo inconmensurable de oro, arrojado a un lago de luz blanca. A esa hora las aves se desplazan hipnotizadas por una oscuridad más envolvente que un cielo ardiendo.

Aromas de yerbas medicinales, zumbidos de la noche, insectos en un loco tránsito por el aire formando oleajes con olor a lluvia.

Presentir un huracán en el canto de los muertos, de juerga en el platanal.
Hojas secas, de mamoncillos o guayabos, se desplazan a ras de tierra y traen una canción.

El maleficio, los niños en cruz. Plañideras en procesión y un fémur en la ventana de la anciana insomne.

Tíos abuelos me ofrendan con la risa mientras hacemos la danza de los exorcismos: el secreto para curar la peste de los árboles.

Avispas duermen en mis manos.


miércoles, 18 de febrero de 2015

LA POESÍA, HIEROFANÍA CONTEMPORÁNEA .Por: Jairo Guzmán



En su plenitud humana y existencial, la poesía se nos revela como una irrupción del espíritu libertario, como un signo universal que señala la necesidad de integrar todos los pedazos en que se ha fragmentado el ser, sometido  a la devastación, a la sobre-explotación y al abuso del poder. Este tiempo se ha caracterizado por un control sistemático de la conciencia para conducirla impunemente por los laberintos infernales de la servidumbre, del control sistemático que  transforma a las personas en sujetos de producción, con la emocionalidad cautiva en un rol que succiona el vigor espiritual del ser y le ata a una cadena desquiciada de consumo y mercado, localizando un foco de perturbación  en el espíritu que coacciona la voluntad de independencia, de movilidad que libere y le devuelve al ser su luz propia, su autodominio y su capacidad de reafirmación en su individualidad. La poesía se proyecta socialmente con energía radiante, mediante la celebración y la consagración de sus dones humanos, a través del canto, de la palabra que crea y edifica el alma de los pueblos.

Estos tiempos turbulentos, de incertidumbre frente al desastre, son los tiempos en los que se gesta una conciencia exaltada de nuestra condición que permite elevar, al cielo de nuestra voluntad, el deseo de una época liberada del lastre de nuestras miserias y de nuestras abyecciones como especie. Somos sueño en perpetuo cambio. 

Nunca será tarde para el ser humano, siempre que la sustancia de sus sueños siga irrigando su más soberano deseo: la libertad y el esplendor de la conciencia que avanza a ritmo de galaxia en expansión. Esta errancia entre grandes encrucijadas y la aventura del ser humano: en la flor de sus adquisiciones espirituales se posa nuestro destino como un pájaro lunar, ebrio de sol. Nuestra existencia coronada por el misterio que late en cada acto, en cada celebración. Nuestra voz ante la soledad sideral. 

Nuestro devenir canto, palabra incendiada en la punta de la lengua, nuestra resistencia ante las trepidaciones de la historia y nuestra sed de infinito nos sitúan en un ámbito donde la poesía es fuego purificador, fuerza que impulsa la vida y la voluntad de ser. Ante el fracaso del proyecto racionalista, ante la ausencia de los dioses desterrados por la producción en serie y la alienación, ante los grandes desiertos que avanzan tanto en la condición humana como en la tierra, el ser busca su refugio en el único espacio donde es posible lo sagrado: la poesía, esa potencia que logra conectarnos con las fuerzas supra racionales y a-históricas, en un tiempo maniqueo y truculento al que han llamado postmodernismo, signado por la simulación y el fetichismo de la mercancía.  

Somos hijos de una herida, de una desgarradura: la pérdida de lo sagrado. La abolición de cualquier centro o foco esencial, caracteriza lo que hemos heredado desde que la modernidad se erige con su nuevo credo de progreso y dominio de la naturaleza, desde que somos una serie de funcionalidades, fragmentados, separados de nuestra esencia humana para entrar en el rol del autómata, como nueva versión de la esclavitud. La razón pragmática sacrificó el pensamiento mítico, lo redujo a la condición de superchería, introdujo una noción utilitarista de la existencia, proclamó nuevos discursos en torno a la barbarie para maquillarla de civilización, después de haber causado los grandes genocidios y de haber proclamado las grandes mentiras de oro. En este contexto la poesía se revela como una hierofanía contemporánea, dado que rompe la homogeneidad pagana del territorio cotidiano y convoca a un acto de consagración de la palabra poética como puente de conexión con las fuerzas míticas. 

En esta perspectiva, la poesía es un acto religioso, sin enmarcarlo en alguna religión. Consiste en re-ligarse a la emanación del mito como pensamiento, como experiencia poética fundacional,  a través de la palabra, desde que somos un diálogo. Este re-ligarse al mito, como vía de conocimiento, esta reivindicación del mito, después de estar relegado a una condición de excluido por la cruel razón jurídica, es algo que le concierne a la poesía, algo de lo que la poesía ha dado constancia y por lo que siempre ha existido. 

La poesía en sí misma es el gran mito, su manifestación funda al ser  y su esencia sagrada. Como expresara Ángel Rosenblat, en su ensayo La palabra poética: “Mito, magia, poesía, religión, razón, lenguaje, están íntimamente amalgamados en la historia y en la vida del hombre. Son hilos —dice Ernst Cassirer— de la inmensa red que constituye el universo simbólico en que se desenvuelve el hombre. La existencia misma del lenguaje, ¿no es un hecho mágico? ¿Cómo puede la palabra, un soplo sonoro —«aire herido», según Fernando de Herrera, el Divino; «humo de la boca», que se desvanece en el aire según el jeroglífico chino—, transmitir el amor, el odio, la alegría o el dolor, las ideas más intemporales y abstractas, el deseo y la voluntad, de una persona a otra? ¿Y además, fijarse ese soplo en papel, pergamino o celuloide, y viajar por todas las lejanías y perpetuarse por los siglos de los siglos?” 

Ante ese misterio el poeta afina su voz  y aguza su percepción, su noción de la vida. El ser humano siempre necesitará de un ámbito encantatorio, de una estancia donde su sueño se proyecte en los otros y en su palabra gravite la canción que devele el sello oculto del origen o nacimiento de lo existente. Experimentamos una necesidad de lo que consagra, lo que bendice la vida justo ahora cuando peligra su permanencia. En estos bordes peligrosos la poesía adquiere una fuerza única porque es reafirmación del ser con la palabra, para la vida, para la resurgencia y la orientación del espíritu, hacia un norte de luz en medio de la nebulosa fatídica de la guerra y  la destrucción. La voz crea su ámbito sagrado, su incidencia en un público atento mueve la conciencia y las zonas del lenguaje hacia unos niveles más cualificados para estimular su campo de sensibilidad y de percepción de la vida, los seres y las cosas. 

La palabra del poema escrito adquiere una dimensión oral que lo extrapola a una zona mítica del ser, lo inscribe en una gran tradición homérica ya que se le da una valoración litúrgica al poema en voz alta. El poema es liberado de su escritura por la magia de la voz y es justamente esa operación la que le da esencia, la que eleva al plano ceremonial el canto que gravita en la letra impresa. El hilo conductor de esa magia ceremonial, a través de la palabra poética, lo da el silencio que se condensa, creando una atmósfera que envuelve el escenario donde el poema se dice en la propia voz de su autor. Se percibe como una cápsula de silencio y palabra, acoplados para la construcción de un ámbito verdaderamente sagrado, de concentración y de audición en el que la experiencia poética del autor es compartida, se vuelve una unidad indivisible con la experiencia individual de cada asistente y así se eleva la conciencia hacia unos niveles que permiten la transformación espiritual que ese acto propicia.

Ante esa dimensión de lo sagrado (entendido lo sagrado, en el sentido de Mircea Eliade, como ese nuevo ámbito que se construye haciendo ruptura con la homogeneidad del espacio pagano o cotidiano de la producción) aparece el destino de la vida planetaria como una preocupación mayor y por lo tanto se experimenta el retorno del respeto y valoración de lo viviente, dado que se ha violado el recinto de la naturaleza, se ha alterado el equilibrio social y se ha perturbado el equilibrio mental y emocional de los grandes conglomerados y de los individuos. Es decir, se hace necesario prestar atención a las tres ecologías: social, mental y ambientalista (como plantea Guattari) y realizar una articulación ética de estas instancias (ecosofía). 

La poesía interviene como una forma de ecología (social y mental), incide en beneficio de la ecología humana y siempre ha exaltado la belleza y la grandeza de la naturaleza (ambiental). De la poesía podemos derivar las tres ecologías y de hecho esa práctica se ha realizado desde sul origen. Toda esta valoración de lo viviente nos conecta nuevamente con la percepción de la vida como algo sagrado y a la poesía como esa acción donde se reafirma esa sacralidad. 

La aventura humana ha llegado a fronteras peligrosas de manera tal que ha violado los recintos sagrados de la existencia y tal acto lo conduce a una circunstancia crucial,  de re-valoración de los procedimientos que ha utilizado para moverse en el mundo y erigirse como amo dominante del planeta. El delirio humano ha sido un viaje hacia la destrucción, locura que le ha servido de fuente para dejar su epopeya, su huella escrita bajo la obsesión del ser histórico. 

La poesía es el gran canto del ser humano, es el legado de sus adquisiciones como animal que simboliza. El conjunto de las prácticas simbólicas es un poetizar que erige a la cultura y la torna orgánica. En este remolino postmoderno, en el que se mezclan todos los fragmentos de manera caleidoscópica, surgen importantes interrogantes acerca del sentido que reclama la experiencia poética y se nos manifiesta como una manera de re-valorar los presupuestos que mueven las circunstancias que determinan al ser humano de este tiempo. Es un signo que aparece como señal de presentes y futuras batallas espirituales que es preciso realizar en una tentativa por no sucumbir ante los grandes retos que propone la existencia.     





miércoles, 11 de febrero de 2015

POEMA DEL LIBRO "AQUA" DE FELIPE LÓPEZ






AQUA 


“Cuando el hombre salió del mar 

se llevó el océano consigo”
Claude Bernard


Soy el vinculo geométrico de las olas

la piel de mi vida
Ayer soñé que me moría con Jacques Cousteau 
y que  una muralla de coral tenía la tumba de un niño marítimo 

porque mi boca es un puerto de crayolas celestes  

y de  arrecifes podados por el polietileno   

la mixtura de lo que transcurre, corvinas en la costanera 


que arponeros salían de mi semen como  manglares 

y la noche con  el collar de turmalinas en el lomo de un toro
eran caléndulas contra las leguas del cansancio  

porque lloraba aceite de ballenas en una lata de hombres huérfanos  
heridos  por las burbujas de los niños
cuando buscaban la jaula de las rocas

porque quizás
la sequía aparece para develar un árbol de yeso 
en las brazadas fracturadas de mi madre… 

el agua turbia donde  busco a los alquimistas en  el silencio de los mejillones 

busco en mi sangre las lapidas del mar

pero las moscas y el río se hunden en las  pupilas del mar
y los gusanos regresan del cementerio marino

como aguaceros de tribus que enhebran sus moléculas en mi piel blanca
 un  voraz sentimiento  de los que drenan las nubes con el opio… 

y fue el inicio del mar

Fue la inundación  de la yagua en los poros elementales, la flecha de savia 

sus semillas en las parcelas antiguas del manantial 

Fue la maloca en cada rito  del chubasco,  el animal protector 

cuando duerme el alma –árbol  en cada palabra umbilical de la tierra 

Fue el río en el lomo de las ranas,  saltando entre  los continentes fósiles

del hombre nuevo… 

En un meandro de sonidos coralinos

los ríos va al cementerio marino para teñir el vacío como llenura 

Un sueño de astilleros en el olor de un papiro,  un mapa en desuso 

 el traje  hídrico de una sílaba arrojada al sueño de un litoral poético

Y era la palabra agua  una verdad en la tumba de un niño marítimo 

la desembocadura de un signo de agua  en los calendarios universales 

El Juego de  un niño–pez en   la placenta del acuario

mientras busca en el mar de Aral, lo que ya no existe…. 

Y fue el inicio  del mar 

El que descubrió el portal náutico de un espíritu elevado
desenvainado la colmena hídrica en los copos de los árboles 

Como una ofrenda de hierbas en  las grietas del  cielo
me sumerjo a mis delirios oceánicos  

cuando  las aves migratorias vuelan en mi  mente

cuando  los cancerberos azules en la puerta de un volcán

En el albor de las nubes nocturnas, la coraza de un nubarrón en mi cráneo   


Soy el  ciclón de los  libros  arrojados a las bibliotecas del mar 


 el relámpago en  las plumas  del halcón que nace de  mi mano 

 el torrente de la  cascada en los bordes de un antiguo marsupio

Soy  el líquido que desgrana los acantilados en las parcelas del tiempo 

el lirio acuático que teje las  branquias en los otoños del valle
Soy el  pez azul  que reescribe el diluvio como una ofrenda de viento
el  talego de charcos  cuando bailo en  las alturas del páramo  

Como presa de una fragata en guerra, la  yesca interminable, 

 el  incendio inmemorial del homo sapiens 

–Porque el hombre de agua también se quema en el punto cardinal de un risco–


Soy el ojo pardo de un río antipoético que cruza las manos de un niño 

la quintaesencia  de las aves marinas atrapadas en la saliva infantil 

Me sumerjo a mis delirios oceánicos  en el  sudor de un hombre acuático

cómo un  bípedo que alza su cuerpo en las bisagras de una nube…

Sueños de  gaviotas  dividen  la línea cronológica del cielo

es el tiempo de que  las manos emplumadas acaricien el retorno 

El Sueño de Bachelard  en el futuro exoesqueleto en la arena 

millones de  cangrejos nacen en el lenguaje  y  buscan  el olor a menta 

Sueños de la mujer–coral en el fractal de  los valles submarinos

sitiada por el crujir de los alabastros y un mensaje lejano en el camino de sirga
la desnudez abisal  de su poesía  

Qué sería de esta ubre de relámpagos en Sapzurro y Java 
 qué sería de la luz que abdica el lecho marino,  nocturno  

Sueños de la mujer–coral  
su sangre  recorre las venas en  los espejos del agua 
su cuerpo, sus  pechos atravesados por el océano  

Su vestigio húmedo es un beso de totora  

su sangre  es un cincel en la salutación  del tiempo
el incendio de un coche fúnebre llegando al mar…

Mujer –coral  que  ha visto al navío dar tumbos en la incertidumbre 

la caricia del cisne en  la frontera de los estuarios
distantes cabellos empujan la piel como mástiles en la mitad del huracán: 

El amor  es el ciclo incomprendido  de la nube  

a veces son peces, a veces son aves:
 el  incienso de los ríos en los labios de la Mujer –coral  

Dos remos de esmeralda, mezclan el viento que sale del ombligo…

Tuve miedo cuando deshabitaron el vientre de mi madre, y era yo, que había conocido el mar antes de nacer. Un poeta menor expulsado a los atolones, a las musas coralinas que no existieron, a las brisas remotas con sus espíritus y saliva azul; desamparado de palabras, vocales que quisieron ser olas en el Cabo San Juan, engullir los colores, salvar el pigmento repetido de mi piel. Rasgadura, filtraciones de sangre en la memoria, las huellas en la arena de mis ancestros, el recuerdo que he dejado de mi vida. 

Yo conocí el mar antes de nacer en la genética de las barcazas que se hundieron en las costas, en el pie de los  Mongoles que atravesaron Alaska, soy la herencia de la crueldad y la percusión de ultra sonidos en el devenir de América. 


Y estoy aquí para bañarme de sal, para que mi piel muerta sea un cardumen innecesario y se lleve las historias de los olvidados. En las profundidades.

Quiero corroer  a los buques que desataron  mis palabras: hundir el cielo,  porque soy faro de galaxias,  la luz de lo indefinido. Cartas marítimas no olvidan que fui agua, corriente de gritos, relámpago de todas las latitudes, tramontanas  que golpean mis costillas, zona abisal, círculo: rosa de los vientos, dirección de vientos mutilados…

Con una tremenda náusea anticipada se alejan los buques, se abren las escotillas, las bocinas de los barcos despiertan a los fantasmas, y piratas se anclan en el norte, 
en el norte estrella Polar que iluminó argonautas, filibusteros, y todos inermes, babas de los dioses, se hunden de primitivos relatos, se hunden en la gran ola. 

Todo es un gran estallido de la rabia, zozobra, abandono a los seres sin lágrimas. Insensibles. 
Embestidas marítimas en los acantilados, un devenir  de dos dimensiones azules  que  tratan de juntarse. Quizás en el horizonte se unifiquen, y el sol se dé un chapuzón de atardecer, la lluvia acaricia al cielo liquido, y todo lo evaporado vuelva al inicio. 

Todo es movimiento, arriba, abajo, burbujas estallan, nubes contra nubes, y un relámpago aparece, como si fuera una gran cuerda entre las dos dimensiones.  

(Ah, el arpegio de las olas, sonidos, y nubes negras recuerdan  al marinero portugués cuando navegaba hacia el Porto de santos y su barco se hundía en una tormenta. Resignado gritaba lo indescriptible: Saudade, saudade. Fue la única vez en toda su vida, que una palabra lo salvó.) 

Tortugas de los Galápagos llevan en sus caparazones los átomos de la génesis incierta.  Encallar  la lengua, oscilar entre los silencios, abdicar el mar  donde se ahoga el cuerpo. Me abandona  el mar, y me queda  las arcaicas branquias y todo volverá al inicio. 

Seré de nuevo un pez marino. Eterno.
Marooned ,  Marooned…  

Buscaré  al axolotl en las fuerzas  del sagrado  cristal


en la pureza de ventosas  que acarician un devenir  ajeno

el  juego de tesoros inmateriales en las clepsidras 

Aguas dormidas en las grietas  del vidrio, cuando nos llega la ceguera

en las tijeras de cristal que  iluminan las  travesías del anfibio
 Un  pez circular nada en las ruinas de mi piel:  

Pero nacerá un poeta de agua 

El poeta del agua que lleva el amuleto de los manglares en todas sus páginas 
con  la química poética de los tres estados del agua 

Con  el poema en el monasterio acuático  de los charcos

y el codex de las flores marinas en  el junco que interconecta 
todas las tuberías  de América. 

Cabalgado con las estrellas del cielo y del mar

con los poetas mexicanos 
bajo el galope  de los hipocampos  en las noches de Yucatán. .

Pero nacerá un poeta de agua
el que se baña con las totumas de Cartagena 
y bebe con los gallinazos el cadáver de un agua ancestral
y se limpia  las encías en el malecón 
en las horas que un acuario se llena de peces de oro en las costas del Callao. 

Con un salar entre los bolsillos mientras deja una estala de pavimento muerto

y caza  pájaros fosforescentes en las noches de los niños astrales 
y su hogar  en  los galápagos bajo el agua evolutiva de las aves jurásicas 
en el lago recubierto de ábacos futuristas…

Volver al agua como espíritus bañistas  

cuando cantan las almas de agua 
los vestigios del  río en los  huesos 

Con el rompe olas de calcio en la boca 
la palma de moriche  inocente en la  desmemoria 

Las escalinatas sobre el moho sumerge a los céfiros a lo que llaman sed
y la sed  es el asfalto que  recibe el arcabuz del granizo, un mar muerto
olas atrapadas en las paredes… 

Ayer soñé que me moría con Paul Celan 

y que el  puente Mirabeau era el grito de un libro interminable 

El tugurio de peces muertos de una ciudad inundada,  lumbre siempre lumbre    

un puente derrumbado en un laberinto cargado de leyendas 

Cruzamos el río Amarillo, cruzamos el Paraná, y cruzamos el más caudaloso río,  

 por el  puente que cuelga en el  abismo de un hombre,  que  jugaba al bacará  en el golfo de México. Cuando la vida es un puente que no hemos cruzado. 

La mejor medicina para el alma era cruzar  el puente de Brooklyn

cuando fuimos arquitectos de un arpa en los dedos de un lenguaje líquido
y el poeta interminable, su cuerpo es un puente que cruza la locomotora 
una caricia de una gota que se filtra en las cloacas de new york  
un puente militar como la garrapata que camina sobre el  bisonte  

Se desliza una lengua metálica como un garfio en las horas elementales
un puente se apoltrona bajo los amperios de una generación 

Se desnuda las cornisas en los contornos  de una sombra: 


los puentes ven caer  a los hombres

cuando se tiene la  brazada  inmemorial en la cabeza
cuando la cerilla se enmudece en los crematorios de un puente

Los puentes ven caer a los hombres en el suicidio de una época:

sobre las ruinas, lo devastado 
 volveremos a ser peces…

El vestigio de  un niño derretido
después de la lluvia 


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UN COMENTARIO SOBRE "AQUA"

El libro de poemas AQUA nos plantea una poética que logra la conjunción de muchos saberes, ligados por una memoria universal que salta los tabiques temporales de la historiografía y hace que gravite un sentido renovado del mito, de la historia y de la espacialidad terráquea, materializada en geografías que se nos hacen visibles por su condición de viajero mediante el vuelo imaginativo, condensado en poema. La obra nos devuelve una conciencia del agua, bastante enriquecida por el acto de entrelazar y situar experiencias, de diversa índole, que concurren articuladas en capítulos   de irradiación universal: El agua en espiral, Psiquismo hidratante, Divagaciones en los viajes de la lluvia, El agua y la muerte y  El río ha lavado tanto su lecho.
 Son poemas con versos cuya extensión es signo del vuelo imaginativo de su autor, impulsado por la fuerza arquetípica del agua, que le revela el registro  de la experiencia humana, como cultura y civilización, ligada a una memoria genética, al psiquismo animal, vegetal y objetual de la tierra, mediante el canto de poema de largo aliento, que es ya parte sustancial de la tradición poética latinoamericana. En ésta obra se plantea un sistema autónomo de indicación rítmica, marcado por el poder de la imagen, con un manejo adecuado de los espacios en blanco y de los versos escalonados, cuando el ritmo así lo requiere. Sabemos que es bastante arduo mantener el sentido del ritmo en el poema de largo aliento, ya que exige una permanente atención de su autor quien es un intermediario entre los dictámenes de la memoria mítica e histórica y la epifanía poética, incorporada al poema mediante el poder de la imagen. Con esta obra experimentamos la poesía como vía de conocimiento. Como expresara ese gran cultor de la imagen poética, José Lezama Lima: “El conocimiento humano se logra por medio de imágenes y no por conceptos, los cuales vienen a ser a manera de imágenes gastadas. El mundo de la imagen es el fundamento de una realidad que sólo se puede evocar a través del recuerdo poético”. AQUA es, sin lugar a dudas, una obra que dota de renovación la expresión poética que se da en nuestro medio y que corresponde al trabajo comprometido de alguien que es representativo de la nueva generación de poetas de Colombia.

Jairo Guzmán



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Juan Felipe López, nació en Manizales, Colombia, en 1985. Presidente de la Corporación Cultural Sísifo de Envigado, dedicada a la promoción cultural, a través de tertulias, recitales poéticos y concursos de poesía. Integrante del Centro Literario El Túnel y del Consejo de Cultura de Envigado. Poemas suyos fueron incluidos en las antologías poéticas: Vigas contra el viento (Casa de Poesía Porfirio Barba Jacob 2011) Poca tinta(Universidad de Caldas, 2012). 4M3R1C4 2.0: Novísima poesía latinoamericana (Monterrey, UANL, 2013). Compiló la antología poética de poesía joven El Vacío como llenura (Manigraf, 2010). Ha sido ganador del Premio Sueños de Luciano Pulgar, Poesía 2010. Mención de honor en el II concurso de poesía en Tiempos de Penuria 2012 con su Poemario: Yo soy Showman el Zambombo. Fue uno de los dos ganadores del Premio de Poesía Joven Ciudad de Medellín, convocado por el Festival Internacional de Poesía en 2013.