domingo, 28 de febrero de 2010

POEMAS DE JOSÉ LIBARDO PORRAS






Canción para el amante satisfecho



Sentiste a Dios.
Por un momento olvidaste de qué pobre y sucia materia estás hecho,
por un instante no te atormentó el baladí negocio de tus días.
Un instante de puro presente,
un fragmento de tiempo puro, una gota de tiempo aislada del río del
tiempo.

Ahora contémplate en tu lecho de amante, vencido,
como una gran cosa muerta e inexplicable, como un fantasma indefenso y
sin uso.
Mira tu flaccidez, la inutilidad vergonzosa de tus miembros.
En el estiércol de tu obligada mansedumbre florece la flor de la miseria
perfecta,
la que desconcha las paredes de las casas de vicio y placer,
la que cubre de pardo orín la mirada de los homicidas.

Gloria a tu cuerpo enhiesto en su bravura de macho cabrío, a tu carne
hambrienta.

Ahora quisieras huir.
Te ahoga el magro olor a hembra que nada entre las sábanas y deseas
estar lejos, oh, satisfecho.
Escuchas correr el agua del retrete,
escuchas los ruidos de tu amada en el baño:
ésa es la vida verdadera. Nadie escapa.






Carta de consuelo del padre a su hijo recién casado


Toma a tu mujer ahora que su carne se abre a ti, temblorosa y
hambrienta,
ahora que su corazón truena como los carros cargados de azúcar cuando
dejan el valle y trepan la cordillera
y su piel arde con la violencia de un alto horno recién encendido.

Consúmela sin freno. Sin cálculo.

Ya tendrás tiempo de sobra para dedicarte al negocio
y gastar tu cuerpo deleznable dando cuerda a tus estériles sueños de
perfecto marido.
Ahora que ella ansía el roce de tus manos y la humedad tibia de tu lengua
para incendiarse por dentro,
ponle dinamita en su torre de energía y déjala sin energía, a oscuras,
ciega de gozo.

No te des tregua.

Después hasta tu sombra le estorbará como estorba al cazador el sol en
el cielo,
como al fugitivo estorba un camarada enfermo,
como estorba en el andén un mendigo que exhibe su llaga.
Después ni siquiera soportará tu respiración bronca de viejo.

Éste es el tiempo.

Enloquécete lamiendo sus humores de hembra, sus enamoradas sales,
hasta desfallecer.
Con los años verás que nada era tan importante.
Con los años tendrás el recuerdo de un olor y un sabor a almidón y sudor
y sangre mezclados,
semejante al vaho que exhalan las cantinas al alba,
y de un grito de mujer como de bestia herida.

Será algo, al menos, para no ahogarte
en el cenagal





Razones de amor


Con palabras sencillas y duras de metal y piedra,
para que se conserven en tu corazón como un corazón grabado a navaja en los árboles y las bancas del parque,
te voy a enumerar las inventadas razones de mi amor.

Te amo porque me haces pensar con todo el cuerpo.
Hasta los dedos de los pies son ricos en ideas cuando yaces desnuda y
cantas.
Cuando te recuestas en mí toda untada de agua de estrellas,
hasta la última célula, la más recóndita,
da claves que me ayudan a entender la eternidad.

Te amo porque agregas sed a mi sed y hambre a mi hambre,
porque no eres la saciedad, que es la muerte.
Porque, como un espejo, me devuelves la imagen de un pozo sin fondo, un abismo humano y hermoso.

Te amo porque no te embriagan los conceptos modernos del amor.
Te amo porque no es un amorcito sarmentoso y paria el que en mí
cultivas,
ni sarmentosos y parias son sus frutos.

Ojalá sobre la tierra pudiera llover el jugo de tu amor.
Quisiera servir tu amor a los pobres en platos de oro.

Te amo porque quitas filo a mi alma y me haces perdonar a Dios.
A Dios le palmeo el hombro cuando, bañado en sudor macho de hombre,
regreso de tu abrazo.
Porque te amas a ti misma, te amo.




Presos de amor


Si fuéramos dos astros
en la Carreta de Carlos recorreríamos la noche besándonos, fuera de
órbita, como dos amantes clandestinos.
Me alimentaría con tu respiración y tu sudor de Osa en celo.
¡Cómo llovería luz sobre el mundo!
Una llamarada a través del cielo, el amor, si fuéramos dos astros.

Si fuéramos dos pájaros
todo el día picotearía en tu nido emplumado.
Para acariciarnos, no para volar, usaríamos las alas: dos cargueritos
cargados de deseo navegando a la deriva en el aire.
Cosa volátil y de sangre caliente, el amor, si fuéramos dos pájaros.

Si fuéramos dos peces
sobre la arena del fondo yaceríamos ahogados de placer, entre lasciva
espuma, sin escamas.
Para calmarme la sed nadaría en la leche de tu cuerpo.
Agua misteriosa y honda, el amor, si fuéramos dos peces.

Si fuéramos dos ángeles
gozaríamos de lo lindo dándonos lengua y llevando a gritos el mensaje de
Dios.
Te escribiría poemas terrenos. Te besaría allá.
Como hombre y mujer presos de amor, como lo que somos, si fuéramos
dos ángeles.




José Libardo Porras Vallejo nació en Támesis, Antioquia, Colombia, en noviembre de 1959. Es Licenciado en Español y Literatura de la Universidad de Antioquia. Con su libro Historias de la cárcel Bellavista, obtuvo el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de cuento, otorgado por los Premios Nacionales de Cultura. Ha publicado, además, Seis historias de amor, todas edificantes (1996, galardonado con el primer puesto en el Concurso Literario Cámara de Comercio de Medellín), El continente sumergido (1990) y Es tarde en San Bernardo (1984). En septiembre de 2000 la Editorial Planeta Colombiana publicó Hijos de la nieve, su primera novela. En 2008 publicó la novelaHappy Birthday, Capo. Sus libros de poemas son: Hijo de la ciudad (1994) y Partes de guerra (1987)