domingo, 23 de diciembre de 2012

UN POEMA DE LEDO IVO (Brasil, 1924-2012), DEL LIBRO: FINISTERRA




Finisterra


Voy entre la multitud y mi nombre es Nadie.

En una ciudad que apesta a pescado podrido
a gasolina y a demagogia
oprimido por la tarde voy rozando las escamas
de paredes que hurtan mi dolor.
Bajo este cielo vinagre, absorbido por turbinas
un vómito de cifras me entorpece.
Llevo en la marea mi amor de hombre
y nadie sabe que amo, salvo los perros
que olfatean mis pasos por las alamedas.
En el escenario del miedo mi fervor responde
a una estridencia de piedras desmoronadas
y en los túneles escucho gotear
mi amor de agua, y mi amor de flor
brota en los quioscos pálidos y atraviesa
los pedregales y abalorios del día adornado
con rafia amarilla y blanca.
¡Oh día, altar de los hombres, corral de mármol!
Las reses se aproximan entorpecidas al matadero.
La sombra de mi amor incendia las calzadas.
Los días son rufianes ocultos en balcones
donde nadie paga los intereses de mi alma.
Y este amor que me traga en cuanto absorbo
el zumo oculto en la gruta insensata
abre un abismo entre los surcos y las rocas
de la tierra que me nutre en sus pechos de polvo.
Las empalizadas de la incertidumbre se levantan y aíslan
torres donde se alternan centinelas que espían
en la oscuridad la llegada de pelotones invisibles.
En el camino, entre el viaducto y el motel,
cuando vengo, es que voy… Partida y llegada
son quimeras del horizonte y graznar de gaviotas
que irritan a los burócratas en la aduana.
Al caminar por Río de Janeiro, vivo todos los asombros,
red que en la oscuridad encuentra un banco de sardinas.
hombre que detrás del sol se enfrenta
con los terrenos cenicientos de la amargura.
La hora traza un arco de luz para que yo pase
entre los millonarios, los padres, los basureros, los
[payasos y las prostitutas, que son mis semejantes.
Aquí los bancos son más bellos que las catedrales.
Y cabizbajos confesamos a los gerentes nuestros pecados:
codiciamos a la mujer del prójimo y su mansión y su
[esclavo y su yate y su buey y su asno y sus desventuras
y el sol de su piscina.
Comulgamos en las ventanillas, y cuando la Bolsa cae
tiemblan nuestras almas monetarias.
Entre el terror, el telestar,
y la hormiga que sube por la escalinata de la Secretaría de Hacienda,
se forman señales luminosas. ¡Oh nuevo glosario del mundo!
Adiós oh viejas palabras que nada significan
y que vogan en las letrinas por momentos.
Como los deshuesaderos de automóviles, los museos guardan la chatarra.
El arte de hoy está en los muros,
en letreros que anuncian aparatos eléctricos.
¡Oh diálogo de constelaciones, oh sintaxis planetaria!
Como las palabras dementes que aprendí en la escuela,
gastadas como suelas de zapatos,
ya no sé cantar al mundo ni decir amor mío.
Mi silencio muerde un pan cocido
en los hornos de la mentira.
Oh día sin labios,
oh día cubierto de escamas como pez
que nada en mi jaula,
dime qué cielo guardó el grito de Elpenor.
¿Dónde está la sepultura de Nabucodonosor?
Canta para mí, oh Musa, acerca del varón industrioso Nick Carter…
¿Dónde encontraré todas esas viejas tumbas
con sus lápidas cuarteadas y epitafios
escritos en la lengua antigua de los muertos?
Las trompetas resuenan en la explanada de Elsinor.
Los leones de granito rugen en la mañana.
Y pisando las palabras amarillas de un otoño amarillo como el cuerpo de Cristo
voy entre una multitud de boca lacrada.
Soy un hombre aislado de los otros hombres
que caminan como si ya estuviesen muertos.
En los estacionamientos, la luz de la tarde quema
la hierba que me separa de mis hermanos
en este mundo roído por el terror.
Ellos gritan donde yo no puedo escucharlos.
Y la aurora carcome mis puños iracundos,
y las ratas roen los pulsos de mi alma.
Abandonado en el horizonte, bebo la blancura de la noche
que ilumina la fachada de los hospicios.
¡Oh noche bella como un navío!
Soy el grano
en el silo.
Soy el viento
que viene de los suburbios de orina y querosén
y que ciega lentamente los ojos de las estatuas.
Los gigantes del mundo me preguntan: “¿Cuál es tu nombre?”
Respondo: “Me llamo Nadie.”
Los gigantes merodean los yates anclados en las islas.
La cólera de la vida tiembla en las calzadas.
El día se disuelve, impostura
deshecha en el aire reverente. Y tú que eras gemido y carne
me acompañas, diluida en mi saliva.
Y como los viejos aviones duermen en los hangares
así duermo en ti y el silencio es un triunfo
sin aplausos ninguna valva se contrae
y los peces se amontonan en cestas fétidas
de supermercado, desvanecidos
en el espasmo puro de las fornicaciones.
Mi vida se descáscala como aquellos viejos balcones
abiertos en Nueva York al esplendor y la mentira.
Soy aquel que no cabe en el alarido
que sube desde la glorieta de la Bolsa de Valores
hasta un cielo sin sílabas.
En el día bursátil, el sudor de los hombres se transforma
en números,
pero lejos de ti sólo escucho las roncas palabras
que salen de tu garganta visible para el amor.
Oh mujer, esponja del hombre,
ocupas todo el paisaje como un pájaro.
Oh sol desnudo, oh mi yegua de carga,
paseo por tu cuerpo como un niño en un palacio
y soy la luz de los espejos que iluminan tu espalda.
Vago por planicies y colinas al ponerse el sol
espantando a los pájaros que ondulan en tus párpados
y ahuyento al arcoíris.
Y junto a los cercados escarlatas de la tarde
que encierran el cansancio de los hombres
sigo un rastro de tierra agrietada
donde el odio pasa a galope, espantando a la muerte.
Oh noche de los semáforos y espantapájaros y de las arañas ocultas en los molinos,
oh noche de los murciélagos que en mi infancia sostenían
los estandartes del sueño,
las hélices de tus navíos cargados de estrellas cruzan
los anfiteatros del mar.
Pero, ¿dónde está la finisterra que me prometiste, más allá de las islas idiotas y de los mitos carcomidos por la marea?
Como el esplendor del teatro cuando las luces se encienden
mi vida entera se estremece a la caída de la noche
y oigo en la oscuridad el canto de todo lo que parte.

jueves, 30 de agosto de 2012

Poemas de Graciela Maturo.






Presentamos una breve selección tomada del libro "Antología poética" 
publicado por el Fondo Nacional de las Artes, Argentina, 2007.


Un Viento hecho de Pájaros

Toqué la piedra, su opaco testimonio
anhelando su lenta seguridad compacta,
la dura perfección de su silencio.
Pero un viento volvía con crines musicales
saludando a los árboles,
removiendo los posos de mi tiniebla amarga.
Y naufragué en el aire delgado y transparente
siguiendo su hebra de oro,
buscando los minutos esquivos como peces,
naciendo en el asombro
desde el polen que crece a través de mis ojos,
desde la red de sombras que me cerca la sangre.
Un viento hecho de pájaros y de presentimientos
una marea añeja de sales y de gritos
arrasando mis tallos,
doblándome la frente con su lengua de plomo.
Suben los viejos días, las vidas en espera
de su predestinado, encendido minuto,
el agua de las sonrisas extinguidas,
la ciega podredumbre de todo entonces.
En vano es que enarboles pálidas estructuras,
que traigas su húmedos cántaros confiados, familiares,
para esta arena trágica.
Nada apaga esta sed,
este bárbaro ciervo alimentado de astros,
sorbiendo la médula de los días,
cabalgando en sus noches.
Quiero rasgar mi piel para conocer su rostro
imponerle una niebla de sosiego,
beber sus bellos ojos de lava ardiente,
nutrirlo en piedra, en ordenados muros.
Dónde nace este pájaro incesante
nebulosa de espumas,
enjambre de raíces y de fábulas…

De  Un Viento hecho de Pájaros (1958)

*


Jardín de Hierro

No puede ser que todo se pierda para siempre,
que no tengan su número de amor
ni la música oscura que fluye entre mis dedos
ni el agua, ni la arena
ni la movida llana
ni el enorme silencio de los ojos del perro
ni el sueño de la tarde que bellamente muere.
Cómo será el olvido,
los días sin memoria,
sin este claro peso de las cosas amadas,
sin el tierno contorno familiar de los árboles
acaso sin tus ojos...
Cómo serán los lentos imperios de la gloria
su radiante crepúsculo sin noche
su implacable diadema.
Quizás pediré a Dios que me conceda un día
poder mirar el cielo desde huesos mortales
y saciar estos labios con un agua de tierra...
Volveré a los parajes que anduvieron mis pasos
entre piedras antiguas o entre muros
dulces, perecederos...
Acaso volveré, desterrada y ardiente
a mi jardín de hierro.

De El rostro (1961)

*


La nueva estación
Apollinaire

Con una dulce hiedra de amor crecerán nuestras palabras
como el río impetuoso que en vano hemos querido contener
y surge y se derrama poderoso sobre la tierra
sobre la nieve sobre las rosas sobre el trigo
sobre el cemento sobre el cieno
Las palabras
creciendo como brazos de hermanos que se buscan
en un aire radiante de palomas.
La luz se mueve ahora hacia nosotros
mientras marchamos, discurrimos,
traficamos.
La luz quiere nacer en la palabra del que agoniza y vela,
en la palabra de carne y hueso, con el amor.
Cantando
haremos reverdecer las duras piedras que el desprecio ha secado
y hundiremos el rostro en los helechos
y el agua endurecida de la granada saciará nuestra lengua
En el aire giran los signos de la nueva estación.
Una bandada de pájaros se posa sobre el desierto de los escribas

De El mar que en mí resuena (1965)

*
.

Un viento desordena los días

Un viento desordena los días
trae de lejos una lluvia ardiente
que remueve las hojas muertas de nuestras almas.
Es el gran viento del amor que llega
con los presagios descendidos y abiertos
sobre la tierra sola
sobre la vasta acumulación de los fósiles
y los helechos de fría piedra
sobre el oro arruinado de los tiempos que ha quemado
los huesos del hombre y de su casa
sobre murallas y cóleras quebradas.
El viento abre el follaje
y un carro con hortensias se pudre hacia el olvido.

La lluvia avanza su gran lengua de hiedra
sobre los rostros, las maderas.
Esperamos el rayo que nos trae el verdor.
En tanto nos amamos
duramos en la esperanza
calentamos el pan con nuestro aliento.
Pero una espada acecha los amores mortales.
Qué hacer de las violetas y la lámpara en el portal,
del vino apagado y solo de las alcobas,
cuando llegan las aguas sin memoria.

Temblamos ante el silencio en que se engendran
los hijos de la lluvia
ante el soplo animal que abre nuestras carnes
con estremecimientos de dicha y de pavor.
Somos muy débiles aún
para su violencia de rey exterminador
que devora a sus deudos con codicia de amante.
Débiles. Y escuchamos, contempladores de la noche,
el alto fragor de las constelaciones silenciosas.
Y las bestias del sueño nos arrasan con su pelaje ciego.

La lluvia llega y suelta su cabellera de delicias
sobre la tierra toda convertida en un mar.
Y las piedras se abren ante la gran mordedura celeste.
Llega el verano de semillas
el girasol que arde en la furia del cielo
encendiendo los fuegos y las fiestas.
En vano querrán negarlo quienes remueven este gran osario
en vano intentarán avivar sus lámparas con el aceite
de la argucia
El amor adelanta sus banderas
y abre el libro del sol entre los muertos.  

De El mar que en mí resuena (1965)

*



Las plegarias

Las plegarias del mundo
suben del pecho de los hombres, de las mujeres
y forman un gran árbol invisible
El árbol crece
sostiene el mundo hacia lo alto
Es la fuerza de gravedad del aire
el amor que nos llama
hacia las altas ruedas del espacio
hacia la noche sin aurora
en que todos los días resplandecen

De Habita entre nosotros (1968)

*


Joan Báez canta
Fray Luis de León
Joan Báez canta, canta.
Su voz es una lanza de amor que horada el aire
y abre un estuario de de oro con lirios y amarantos.
Allí mi amor se pierde
se pierde en el amor.
Joan Báez canta la balada
del amante que aún no ha regresado
del perdido en la noche
de la dulce, pálida enamorada
que espera entre lo algodonales de Virginia.
Canta Joan Báez los cantos de los pueblos
su hermandad de naufragio.
Canta un canto de piel oscura y suave
canta un canto de miel
y llora un canto
que habla de que un hombre va a morir
y es un sollozo
de amor, una gota de fuego que vibra y resplandece.
Las lágrimas son zarzas de dolor, pero ahora
son perlas satinadas que ruedan
por lo oscuro del alma.
Joan Báez canta, canta.

De Habita entre nosotros (1968)

*


Escribes porque sí

Escribes porque sí,
Trazas señales de humo
Siguiendo a Mallarmé leíste todos los libros
Y sabes ya que es triste la niebla de los cuerpos.
Sólo quieres ahora leer tus propias manos,
El enigma de tu garganta, de tu vida.
Andas a pura noche, en el grotesco
Excipiente de tu carne
Enterrando las muertes cotidianas
En la maceta del balcón,
guardando los ensueños entre vestidos lacios.
Mira ese rostro extraño en el espejo.
Hay que alisarse el pelo una sonrisa
Ponerle al alma unas pestañas
Y partir con el falso mediodía
Las uñas tintas en sangre diurna
Los párpados de oro
Para ocultar este animal de lodo
Ese perro que aúlla en la oscuridad.

 De Los tiempos del despojo (1969)

*

Sobre un planeta oscuro, calcinado,
sobre cóncavos mares, sobre ciénagas
y arenales de oro donde brillan los ríos
como serpientes fieles,
sobre un planeta que conozco y llamo
tierra de piedra, tierra
de grano vegetal y llamarada
que se apaga,
tierra de mineral, tierra de tierra;
sobre esta turbia gema que ha rodado
por el abismo inmóvil,
digo mi soledad, mi desamparo.
Alguien quebró los puentes del imperio,
rodaron sus columnas, sus escombros
repartidos en llamas.
Ruedo también, perdida entre cenizas,
compartiendo el destino del hueso milenario
que me funda esta rosa, esta culebra.
Sigo un camino a ciegas, solitario
donde no llegan tus ojos,
un camino de roca y desvarío que me lleva por páramos sedientos
por túneles sombríos y agrietados
por calles pavorosas donde crece la fruta de lo amargo.
Yo avanzo con temor entre rostros extraños
entre formas ajenas y monstruosas
y mi sangre se enreda en las raíces de una selva de oro, indiferente.
Busco un orden de amor,
una razón segura, hecha de flor o de mirada
llamo, golpeo en muros impiadosos.
De tumbo en tumbo voy por galerías sin luz y sin amor
donde tu voz no alcanza
donde nadie responde
donde nadie,
donde alguien acaso aguarda y no responde.
Donde alguien.
Golpeo a ciegas, busco una respuesta,
desde mis venas sube un clamor de agonía
que no escuchan los árboles
que no escucha el abismo interminable donde ruedan los espléndidos astros
que no escucha esta hoja indescifrable
ni esta rama que clava su rencor en mi carne.
Algunas veces, antes,
descendía una luz sobre mi frente,
una gracia de amor. Era una llave
hecha de aroma y lluvia
que me abría fugaz el horizonte, la final azucena donde yacen
fundidos los colores,
la luz que descubría la forma de mi alma.
Pero se hizo de noche.
Una niña vagabundea perdida entre los árboles,
sin abrigo.
No, tú no puedes llegar a este impío subsuelo
donde se hunden garfios y resinas amargas.
A tientas descubro restos de cabelleras enterradas,con cintas
que un amante besó hasta la locura.
Miro rostros y miembros que se deshacen sin amor.
No sabes lo que es ver unos ojos que se han querido
abiertos para siempre bajo la tierra impura.
Y reencontrar el polvo de días y de noches, los estos de las cosas más amadas,
los escombros
de tardes que llamearon, de vestidos, de sombreros
antiguos, de rosas de papel hechas cenizas.
Cada uno de nosotros desciende solo, amor, hasta ese pozo de sombra
desciende y empieza a ver el esqueleto de su propia mano,
alcanza la certeza de su muerte.
Solo,
dejando al bajar las vestiduras y los sensuales cabellos acariciados
arrancándose gajos de la carne entre zarzas
solo y ardiendo en el más cruento fuego,
en una lenta pira de cenizas y de lágrimas.
                                
De Canto de Eurídice (1982)


*



Nausícaa juega

A la orilla del mar Nausícaa juega.
Espera.
Un caracol repite la música del mar.
El mar que viene y lame sus tobillos,
el verde, verde mar,
el misterioso mar que trae ahora
un delfín prodigioso, un bello náufrago.
Nausícaa sólo sabe de sus juegos.
Pero es un hombre, Ulises, el que viene del mar,
con los cabellos brillantes
con el pecho desnudo.
Ulises, que se yergue con la estatura de los dioses,
Ulises navegante, rey de Itaca,
protegido de una diosa,
Ulises bello y cruel, dulce Nausícaa,
a quien verás partir otra vez hacia el mar.

De  El mar se llama ahora con tu nombre (1993)

*


He vuelto de las pálidas orillas
con el canto del pájaro en mi oído.
Atravesé las puertas de marfil
que dan acceso a mundos invisibles.
Puedo morir ahora
cantando un salmo de alegría.
Estoy viva entre ruinas que relumbran.
Mi memoria ha guardado
el follaje verdeazul de álamos amados.
Mi frente ha sido coronada de perlas
mis manos guardan biznas de los frutos de oro

De Memoria del trasmundo (1994)

*


IX

Ha cantado otra vez en la catedral de la noche.
Cuando sólo algún pájaro anochecido vela
cuando la luna calla
y el ángel sonríe, ciego.
Pude escuchar su canto rozando las ventanas
y las cañas unidas de nuestra casa.
Su voz acariciaba la cabellera de los álamos
el laurel, las ásperas piedras, el retamo.
Penetraba en las mansas alcobas y besaba
la frente deshabitada del que sueña,
la mesa, los tiernos retratos, las cucharas.
El canto vuela lejos
sobre tumbas desiertas
donde una mano temblorosa ha escrito
un nombre amado.
La voz se confunde ahora con el viento,
ríe en la inmensidad de los espacios
dibuja la arquitectura incomprensible y bella
de una rosa.
Es un viento de esporas y semillas
un canto de otro mundo que me moja la frente
con la palabra viva de la resurrección.
He escuchado la música que baja de los cielos

De Orfeo canta (1995)

*


Del agua danzante

Agua lejana y jubilosa,
danzante entre las viñas.
Agua adolescente de espumas
plena de sí, riente,
hecha de la sonrisa de un niño
agua que se deshacía por amor
como un rosario de perlas.
(Como el sol te entregabas a la vida:
de tu cuerpo nacían seres nuevos
con cabellos de miel).
Corazón de agua
cantante
en tu vocación de vidamuerte.
Quién dirá con su lengua tu luz de abismo
tu felicidad de otro mundo
tu canto de entresueño.
Agua pura y huyente
que alcanza las orillas de blancos cementerios
donde rezan oscuros los cipreses.
Agua-palabra, gracia cristalina,
lava mi frente fatigada.

De Cantata del agua (2001)


*


El planeta animal se mueve silencioso
en los vastos espacios,
gira en torno a una hoguera llamada sol.
En cada vuelta trae la misteriosa luz
saludada por los pájaros.
En el ocaso callan y el corazón se estremece
con la muerte.
Sístole y diástole de la luz
ritmo del caminar del hombre
perdido entre los frutos y la gravedad de la sombra.
Ya es el alba. Una gritería de cantos
ayuda al sol a crecer.
Es la aurora de la fuerza
que invita a mi voz a desnudarse.
Rumbo de la luz
en la oscuridad del universo.

***


Como un río que vuelve sobre sí mismo
descubro el no tiempo
Como la dulce gaviota vuelta al aire, al origen.
Una brisa en el alba;
ala celeste del misterio.
El aire transitaba los cuartos con olor a madera
llamaba a los que habitan más allá de sus huesos.
El rocío mojaba mis cabellos.
El alma sin edad se confiesa
con los tréboles húmedos de la madrugada.

***


Sol que resides en las amapolas
desnuda esta neblina.
Silba en la oscuridad una serpiente
llamada tiempo con su pecho de abismo
ávida de la vida y de la muerte,
silba y avanza, ciega,
destrozando pájaros iniciales.
Formas del mundo.
Muerde en la carne de la verdad
en el tejido resistente de la luz.
Cae el bello dibujo de la hoja verde
El ruiseñor cantó en su noche
ciego.
Frío lo halló la alondra en el amanecer
Desencuentro de los amantes.
El corazón corrige al tiempo.
La alondra y el ruiseñor cantan unidos
en una aurora nueva.
Miraba yo las palabras en el fondo de un cubilete.
Con inocencia ponía a andar el lenguaje.
Quería recoger gemas ocultas bajo el follaje de los
parques.
El día ya termina y el viento sopla.
Los niños se reúnen junto a una estatua ciega.
Hora de soledad y de guirnaldas rotas.
Venga a nosotros el sueño.
Soñar es encontrar el bello reino de la muerte.
Amar el ruido del mar que se desvanece en el alba
recobrar lo perdido.
El día ya termina y las olas rompen con fuerza
sobre los muros.

***

Desnudos, despojados, desvalidos
mendigos de la luz
cuidadores del fuego.
Nos diste el mundo desde tu palabra.
Eres el árbol del que me alimento.
yo también soy el árbol.
Tu rostro se esconde en el follaje.
Corona, inteligencia, sabiduría
por la Belleza avanzo hacia el Reino.
No me abandones, geometría de amor.
Después del sexto día comerán juntos el lobo y el cordero

***


Pequeñas victorias sobre la muerte diurna.
Oscura certidumbre
de yacer en la palma de una mano

De Navegación de altura (2004)



***

Graciela Maturo
La siguiente información fue tomada de  http://www.personalismo.net/persona/graciela-maturo

Poeta argentina.1928.Doctora en Letras,  profesora universitaria  (UBA, UCA, USAL; UNCu, UCES, Instituto Franciscano), ha sido Investigadora Principal del CONICET, directora de la Biblioteca de Maestros, fundadora de centros y grupos de investigación, asesora de editoriales, etc.


Dirigió la revista de poesía Azor (Mendoza, 1960-1964) y Megafón, (1975-1989) órgano del Centro de Estudios Latinoamericanos que fundó en 1970. Integra el Centro de Estudios Filosóficos “Eugenio Pucciarelli” de la Academia Nacional de Ciencias y colabora en revistas especializadas de Argentina, Colombia, Venezuela y otros países. Ha cultivado una línea de pensamiento humanista, renovada por la Fenomenología y la Hermenéutica moderna, y defiende la legitimidad de un pensamiento situado, asentado en el ethos hispanoamericano.


Su obra publicada, que ha merecido numerosas distinciones, abarca la poesía, el ensayo y la investigación literaria. A continuación se mencionan algunos de sus libros de ensayo e investigación: Proyección del Surrealismo en la literatura argentina, Ediciones Culturales Argentinas, 1967, en vías de ser reeditado; Julio Cortázar y el Hombre Nuevo, 1ª.ed. Sudamericana, 1968, 2ª ed. ampliada, Fundación Internacional Argentina, 2004; Claves Simbólicas de García Márquez, 2º edición ampliada 1977; La literatura hispanoamericana, F.García Cambeiro, Buenos Aires, 1983;  Fenomenología, creación y crítica, F.García Cambeiro, Buenos Aires, 1989, La mirada del poeta, Bs. As, 1996, 2ª. edición ampliada, Madrid, Amargord, 2008; La identidad hispanoamericana. Problemas y destino de una comunidad, Tekné, Buenos Aires, 1997; Marechal: el camino de la belleza, Biblos, Buenos Aires, 1999; La razón ardiente. Aportes para una teoría literaria latinoamericana, Biblos, Bs As, 2004;  Relectura de las crónicas coloniales del Cono Sur (directora), USAL, Buenos Aires, 2004; El humanismo indiano, (editora) Buenos Aires, 2005. Literatura y Filosofía desde América Latina, Universidad de Caldas, Manizales, Colombia, 2007; Los trabajos de Orfeo, EDIUNC, Mendoza, 2008; La opción por América, Editorial Ross, Rosario, 2009; América: recomienzo de la Historia, Biblos, Buenos Aires, 2010.


Ha publicado los siguientes  libros y plaquetas de  poesía:  Un viento hecho de pájaros, edición Laurel, Córdoba (Arg.) 1958; El Rostro, Montevideo, 1961, reeditado por Ciudad Gótica, Rosario, 2007; El mar que en mí resuena, Buenos Aires, Ismael Colombo, 1965; Habita entre nosotros, Mendoza, Azor, 1968; Canto de Eurídice, Buenos Aires, Último Reino, 1982; El mar se llama ahora con tu nombre, Buenos Aires, Último Reino, 1993; Memoria del Trasmundo, Último Reino, 1995, reed.1999; Cantos de Orfeo y Eurídice, Córdoba, Ed. El Copista, 1997; Nacer en la Palabra, Mendoza, Ediciones Culturales de Mendoza, 1997; Cantata del agua (plaqueta), 1998; Dibujos en un jardín de arena (plaqueta), 1999; Navegación de altura, Último Reino, Buenos Aires, 2004;  Antología Poética, Fondo Nacional de las Artes, Bs. As. 2008; Bosque de Alondras. Antología poética 1958-2008, Universidad Cecilio Acosta, Maracaibo, 2009.



"Trabajo desde la 'razón poética', que se relaciona con la cultura de nuestros pueblos y sugiere una renovación de los estudios literarios. Me ubico pues entre quienes buscan una revisión de los conceptos vigentes sobre el hombre, el lenguaje y la cultura. América Latina es el gran escenario para esa búsqueda. Creo que los poetas son los anunciadores de esa renovación".
                                                                                              Graciela Maturo