Cuando
las estrellas se ven mover, se convierten en líneas, barras, varillas. Alguien
se mueve entre ellas. Una mujer en pedazos, de calor, de sudor. Como el
bahareque incrustado en nuestros muros, como la melaza que corre por nuestras
venas, la figura se desliza al piso lentamente. Algo se le vino a la cabeza y
está rota, como si se hubiera chocado contra un espejo.
Hay
algo que perdiste que después te hizo falta. Lo que hemos perdido nos une.
Estar vivo es ligar y desligar. Respiración y sonido invocan.
La
conciencia es el ojo. La conciencia, el ojo, se los lleva. Yo soy el ojo. Yo
soy la conciencia. Yo haré y tú harás. Estarás atada a mí. Pasamos por los
vericuetos de una personalidad en pedazos. Vemos de reojo la cola de un cuerpo
que se consume al trazar su camino celeste. Armamos una casa de lo que queda de
alguien. Tenemos que aprender a caminar despacio, porque sólo así se ve bien lo
que se vive. Dejamos que ese vivir entre por nuestros pulmones. Invocamos a las
voces de esta casa de fragmentos con inciertos sonidos.
Fragmentos
de alguien se ven pasar por pilares de luz. Quizás el murmuro de una muñeca,
quizás cualquier juego de manos. Hervor, ebullición --Una carga eléctrica.-
Llamas que pulen como un cincel --Un enfoque casi inaguantable-- Una cometa en
contraviento. Así la polilla se dobla entre la oscuridad de la noche.
Yo
soy hija de la quema.
Yo
soy caña triturada.
Me
acuesto en una noche
que
me siembra.
No
hay casa sosegada.
Se
pierde el equilibrio, se revuelven los referentes. Obstaculizada por visiones.
El día es una membrana, el instante de ver unas manos pequeñas que atan caña.
Un rastrojo de crucetas de caña que se sube por los muros para tapar todo con
cometas caseras. Se agacha la cabeza bajo la presión de estar arrodillada bajo
el sol de algo que se vio. Lo que se ve es un velo que antes estaba atrás y
ahora está adelante. El pasado se mete en el día como un alacrán que se esconde
entre las cobijas. Hay que pasar de nuevo por él, hay que acariciarlo una vez
más.
Una
marimba persigue
a
un clarinete por el aire.
Caen
las estrellas y se clavan en la tierra. Encerrada en un cañaduzal, las miradas
desde arriba tienen la culpa. Sólo lo vertical puede aspirar a levantarse, como
si fuera un brote de flechas que crecen, un plumaje verde, como barras dulces
inquebrantables. Cada cortada vierte sus adentros en el calor. Las varillas
moradas del cuerpo colapsan bajo el sonido de los bichos rebotando contra todo
lo quieto. Una polilla busca por dónde salir. Tras una membrana siempre.
Escaparse parece fácil, pero no lo es.
Hay
un rostro en el postigo.
Como
te ves de bien, reina.
Siempre
tan preservada, reina.
Te
acuerdas cuando te daba vergüenza pasar por la casa, reina.
Pero
yo siempre te he tratado igual, reina.
Te
asombrabas con la vajilla, reina.
Era
fácil jugar sin ensuciar, reina.
Tan
triste lo que te pasó, reina.
No
te vayas, reina.
Quédate
un ratico y hazme compañía, reina.
¿Dónde
tienes que ir, reina?
¿Cuál
es el afán, reina?
¿Sí
te acuerdas como era antes, reina?
¿Sí
sabes quién es tu reina, reina?
Era
por aquí. Subir termina en bajar y bajar no tiene remedio que subir de nuevo.
Es por acá, ¿no es cierto? ¿Dónde te me fuiste? Si me asomo por este lado, me
ubico. Todos siguen tan seguros. No estoy siguiendo a nadie, estoy aquí al
lado. Dame un segundo. ¿Dónde te me perdiste? He estado llegando por tanto
tiempo.
Los
recuerdos vuelven en cascadas. Guadua y almendro, baldosa verde y café claro.
El hilo se recoge para soltarlo. Para arriba y para abajo, un árbol y un foso.
Sembrar es la única manera de desenredar.
¿Alguna
vez has visto un ser en llamas? Su estela de fuego que curva como un recuerdo y
crepita como catapis al extenderse por la oscuridad. ¿Qué capricho impulsa
semejante cuerpo a consumirse? ¿Cómo deshacerse de todo lo que ha sido? Tanta
conexión, veo, vuelve algo, tanto contacto.
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Mario
Ángel Quintero nace en 1964 en San Francisco, California, donde vive sus
primeros treinta años. Estudia literatura en la Universidad de California y es
becado en creación literaria en la Universidad de Stanford. Publica poemas,
prosas y ensayos en revistas literarias estadounidenses; también publica los
libros en inglés: Globo (1996),The Fifth Season(1996), y On the Voice(2016).
Desde 1995 reside en Medellín, Colombia, donde publica los libros de poesía
Mapa de lo claro (1996), Muestra (1998), Tentenelaire (2006), El
desvanecimiento del alma en camino al limbo (2009), Keselazboga (2014), Mapa de
las palabras (2014) y los libros de dramaturgia Cómo morir en un solar ajeno
(2009),La sabiduría de los limones (2013), y Calamidad Doméstica (2016).
Publica sus ensayos en las revistas colombianas Babel, Diverciudad,Interregno,
A Teatro,y Revista de Extensión Cultural (Universidad Nacional Sede Medellín).
Es integrante de los grupos musicales Underflavour y Sellthe Elephant. Es
director y dramaturgo del grupo Párpado Teatro, con quien ha llevado más de
quince obras a escena.