El Universo
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Son jinetes
a lomo de montaña
las nubes que amanecen
*
Revoloteo de pájaros
El San Joaquín
abrió su flor
*
Cesa la lluvia
Pedazos de cielo
regados en el piso
*
Un solo tronco
La amapola y el cactus
se abrazan
*
Un mismo árbol
Alimento de pájaros
y ardillas
*
Cerrada flor del San Joaquín
El frio no tocará
su corazón
*
El sinsonte
con su canto
picotea el rocío
*
Desde lo alto del ciprés
se descuelga
el canto del azulejo
*
Lluviosa tarde
El azulejo
otea el horizonte
*
Noche clara
Orión un brillante
tejido de misterio
*
Blancas garzas
Custodian sin descanso
el oscuro rio
***
Mi Instante
***
*
Detenida la mañana
El colibrí bebe
la miel de la flor
*
Fiesta de pájaros
en mi ventana
Floreció el algarrobo
*
Pequeña ardilla
dulce es tu mordida
amargo mi canto
*
Fría noche
Sobre mi cama
la luna busca refugio
*
Incesante aullido del gato
La noche
un misterio compartido
*
Resplandeciente
Ojo cuida mi sueño:
Venus
*
Luna llena
Floreció la amapola
en mi balcón
*
Paloma herida
en el pavimento
La vida pasa veloz
*
Página en blanco
Ordeno las palabras hasta
que arden
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"Creo que el único mérito que tengo para hacer esta presentación es el de vivir como María Cecilia, atento al vuelo de los siriris, a la florescencia de los guayacanes, a la danza de las nubes, a los San Joaquines que llenan de colores antejardines y solares, al paso de las ardillas y a todas esa pequeñas cosas que acontecen al margen o al tiempo que todas aquellas otras que al parecer son más significativas e importantes para muchos en el frenesí de esta vida cosmopolita que compartimos.
A no ser por alguna excepcional tragedia ocurrida en la selva, nunca se ha leído en primera página de los diarios o en los alarmantes noticieros que el paso de las hormigas sea un acontecimiento de trascendencia cósmica y de belleza inexcusable. Como a las hormigas, al haiku no le hace falta ni la propaganda ni los comentarios.
Tal vez este exordio sobra. María Cecilia tiene la virtud del haiku: sabe expresar de manera directa, simple, desnuda, sin excesos ni rimbombancias lo mínimo y extraordinario que sucede en el instante. Como pasa con todos los que escriben haikus, a veces es atrapada, sorprendida por la belleza inusitada (que está siempre frente a nuestras narices) y sale de sus manos, un haiku fresquito, palpitante, equilibrado en la forma básica de los tres versos que parece la única regla formal que se sostiene en el proceso de universalización del haiku.
Cuando caminamos por un sendero en la montaña, muchas flores detienen nuestra mirada y despiertan nuestro asombro. Pero por más que arranquemos algunas de ellas y pretendamos conservar vivo su recuerdo, éstas se marchitan y lo único real que se conserva es esta disposición para el asombro y el gozo de la belleza.
Leer un buen libro de haikus es recorrer un sendero semejante. Un consejo: no traten de arrancar las flores ni de guardar recuerdos. La belleza siempre es fortuita, gratuita e inagotable. Basta con sentarse y disponerse a recibirla y disfrutarla.
Que disfruten de este viaje en cada instante es mi único deseo"
Medellín, noviembre 7 de 2013
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María Cecilia Muñoz, Bello-Antioquia. Comunicadora Social – Periodista. Ha publicado en revistas literarias del país. Ha participado en encuentros poéticos nacionales e internacionales. Es directora de la Casa de Poesía Porfirio Barba Jacob, cofundadora de la revista POETICA y de la publicación periódica de poetas colombianos “El SON DEL VIENTO”. Ha publicado el libro de poemas “ENTREGAS” “EN EL UMBRAL” y EL UNIVERSO UN INSTANTE al que pertenecen los haikus aquí publicados.