Título: Incursión. Por: Mario Ángel Quintero
I.
Pendiente
Sobre
la orilla de otra catástrofe,
El
risco, desde donde se tiró la casa
Hoy
es mudo, hoy supura silencio y erosión.
El
borrón desmesurado sobre la tierra
Es
casi un mordisco que se le ha sacado al hábito de crecer.
Cuando
aún hablamos de madrugadas,
En
otro sitio los cuerpos flotan en el agua,
Como
si fueran mierda que se va por el cielo.
Reflejos
del viento y platos rotos arrancan
El
murmullo que brota y lo riegan.
Sólo
cerrar los ojos un rato más, ahí sin pétalos ni raíces.
Balbucear
es aspirar y dormir trae sueños.
Todo
esto mezclado aquí a la fuerza.
Fragmentos
cojean por el aire sucio.
La
piel le huye a una pátina verde y cada cual
Le
trabaja a su prótesis mientras que las estrellas
Se
amontonan en la ribera de la noche.
Florece
la maleza, una quebrada amarilla
Que
baja por la grieta, su tenue arraigo, como su brillo,
Obvio
e irremediable, ya que el tiempo aquí no ha aprendido
El
truco de estar vacío, de avanzar sin más de que hablar,
Y
siempre tiene que llenar su barriga,
Antes
de salir a robarle a alguien su descanso.
Garzas
confunden este sitio con el pantano
Que
ya se ha vuelto, son estacas que marcan
La
extensión de lo impermanente, sus miradas
Indagan
las distancias, firmes como si fueran la memoria—
¿Por
qué mueren los seres?
Por
la misma razón que viven—
Porque
el tiempo es un ocurrir.
A
través de lo que pasa, siempre somos divididos.
La
inundación no es más que un afán
Del
agua por habitar la intimidad
Que
se esconde en las piezas,
Y
las ganas, en la corriente,
De
regar a la gente como hormigas,
Sus
vidas llevadas más allá de todo familiar,
Lejos
del collar roto de sus instantes vividos uno por uno.
Arriba,
asomarse es invadido por caer,
Surge
un quejido hacia el aire abierto,
El
rugido de la madera al rajarse la inclina más.
Aplastada
en el momento de desprenderse
Aplastada
hasta sus lentes, ya sólo frascos de sombra,
Cubierta
en sordera, clavada de narices,
Tapada
toda, más abajo que distorsión y tembleque,
La
consume el relámpago del nervio,
Un
martillo, un trueno, la sensación chispea y se aleja.
La
llama que se come el suspiro.
Así
acaricia el agua, su borrón silba sobre el horizonte.
Esta
extensión inclinada, sobada por un palustre de ocaso,
La
luz por donde se chorreó vida, vista como por culo de botella.
Este
momento se escarba a sí mismo,
Esclavo
de la nostalgia,
Este
día se desmorona solo.
II.
Enmendadura
La
tierra gaguea, como una lengua que se flexiona y cae.
Empezar
de nuevo, ahora, sin entender el verbo siquiera.
Improvisar
sobre una nube, el sucio dejado por un lápiz perdido,
Como
si al caer, nuestros raspones fueran legibles para algún ojo.
Pero
el reloj parpadea.
Cualquier
foto, cualquier instante aislado,
Captura
la sensación de estar en la catástrofe.
Un
teléfono que sonó y luego no habló nadie.
La
huella que deja el deseo.
Un
trazo negro y un trazo marrón.
Lo
que se veía del perro
En
la entrada de la casa al desplomarse.
Borrón
de nuevo, borrón perpetuo.
Las
letras ya no se ven, se han enterrado al enunciar.
Afasia
florece desde el asombro de los cadáveres cosechados.
Rebosan
vocablos en terrones, pegotes de palabras,
El
barro que se escurre desde las muecas.
Vocabularios,
veteados por humedades, se inclinan
Pero
no crecen, ya sin con qué pegarse a decir,
Se
marchitan en un repetir empalagoso.
No
hay extensión en tanto caer.
El
horizonte tiembla, el cielo se tropieza.
Las
palabras, como las ruedas dentadas del instante,
Ya
acabadas, se deslizan dando vueltas
Sobre
ejes de cosas ya demasiado abajo,
Cosas
que sienten el apretón de encías y ya no brotarán más.
III.
Asomarse
Porque
es el sonido mismo el que soba membranas y sube a buscar salida,
Raja
la viga más alta, pero no reverbera al recibir todo lo que le viene
encima.
La
mitad de todo— así son los divorcios, las partidas— flota entre
firmamentos.
Si
fuera rasurar sólo fachadas, pero al llevarse toda la entrada
Quedan
sólo interiores, obscenamente expuestos sobre un filo, adentros
Abrazados
contra el frio que sube desde algún hecho de tierra y baldosas,
Donde
ver tapa y enunciar envuelve lo salido de lo humano en un gesto
continuo.
La
voz lanzada se desílaba, encuentra una cavidad en la monotonía de
una vocal,
Su
barco tenue, mientras navega los estrechos de archipiélagos, islas
de pisos y techos,
Desde
la fisura invisible en la casa dividida hasta el golpe de nada que se
riega.
El
engranaje cojea por una de las líneas de vista, extrañando la
fractura escondida
En
la mirada que pasa por unas gafas rayadas que se asoman desde la
basura
En
morros, como párrafos de palabras que murmuran sus rezos en tinta
corrida.
IV.
Grieta
Me
tropiezo y caigo
En
la brecha al centro
De
una coyuntura.
Abro
los ojos y te he perdido.
Adelante
y atrás son palabras
Sin
realidad desde este entre.
El
momento de pagar es estrecho.
Desalojado,
desplazado, traducido,
Cada
caída me lleva
Hacia
la punta del vacío.
Miro
hacia arriba,
Donde
antes se extendía un firmamento.
Hoy
un gris sin rasgo,
Una
afasia voraz,
Anula
cualquier asunción.
Algo
se ha roto y se ha regado,
Uniforme
hasta empapar el horizonte.
Ha
borrado las estrellas
Y
las formas fugaces de este cardúmen nuestro.
El
frío bochornoso y pesado nos separa,
Como
algo mal hecho o equivocado.
Ya
es tarde para hablar de contingencias.
El
balbuceo de tratar de cruzar,
Por
lo menos hasta donde estabas,
Navegar
aunque sea una sílaba sola,
Como
una canoa sobre los remolinos,
Tartamudear
un eco en el cráneo,
Ese
tú que no sonó aquí afuera,
Entrenos,
nada, titubeo y silencio.
Cada
vez menos materiales.
Cada
vez más exceso de ese menos.
Con
la llegada del golpe
El
nervio no logró hacer el brinco,
Se
me zafó tu mano.
Cada
instante más distancia.
La
luz que ilumina tu rostro
Empieza
a titilar y arrebata mi aliento.
Me
traslada. ¿Hacía qué hueco
Entre
fronteras? Más allá de esta fila
De
almas, de estos costales llenos de extraños,
A
mi alrededor sólo veo
Escenografías
de sitios lejanos.
V.
Revienta
La
flor explota.
La
falla en la ladera.
La
corriente de lluvia
En
quebradas recientes
Baja
y rompe eslabones
De
raíz y de sinapsis.
Se
ha caído la postura.
Se
desliza la mejilla,
Se
desplaza la sonrisa.
El
chorreo de fluidos
Es
una alarma entumecida.
Donde
hay derrame hay mancha.
La
mancha es un golpe de estado,
Un
nuevo territorio, una soberanía ciega,
Que
nace y paraliza un lado o el otro,
Asalta
alguna ribera y la sumerge.
Intento
repetir algo y de repente
Incapaz
de decir, de nuevo
Sin
poder enunciar cualquier cosa
Bajo
la avalancha de músculos.
Una
coyuntura sin articulaciones,
Sin
movimiento, sin poder pensar hasta donde estés,
Descubrirte
de nuevo en una sensación
Más
allá del zumbido antes de apagar.
Aislado
en el lodo de la conexión devastada.
Cada
fuga termina por atrofiar.
Sin
poder hacer el esfuerzo siquiera,
Ni
gastar lo que cuesta hundir,
Bajo
esta lluvia que detiene y ata,
Los
cimientos de un puente nuevo.
A
la tierra se le hinchan los pies,
Le
es difícil avanzar sin caerse,
Todo
a su alrededor se mueve en grises.
Cada
instancia en menos colores.
Los
músculos, distantes y sellados, no responden.
La
mosca intención dentro del frasco cráneo
Se
posa sobre el fondo del ojo,
Vuelve
ese zumbido de cuenta regresiva,
Atrapado
bajo las capas mucosas
Que
descienden hasta tapar miradas.
¿Dónde
está el daño?
Abajo,
muy abajo,
Una
hemorragia de magma
Funde
y desorienta todas las vías.
Al
fondo, el bulbo que brota
Cada
desprendimiento es el arraigo
Del
magma en el hueso de lo pendiente.
VI.
Bifurca
Lo
firme se muele.
Lo
blando se deshace
mientras
flota sobre el agua.
Las
palabras se han tragado
las
anclas y los sitios.
La
sensación de ti
se
fue de cabezas.
El
fiasco del cráneo
se
abre como una flor.
Un
relámpago parte el momento.
Nombre
y rasgos caen en calambres:
otra
hora, otro idioma, otro paisaje.
Una
serie de huesos y escaleras invisibles.
Envuelto
en la colcha del día,
respirar
es un remiendo,
vivir
es inventar,
recordar
es tapar con retazos,
recortes
de sueños y visiones.
¿Cómo
habitar entre las versiones?
Extensiones
hacia variaciones.
caprichos
dados vida.
Mutaciones
nacen desde una lógica.
Un
gesto tendido
a
alguien que no está.
Una
conversación en zumbidos
con
un insecto gigante vestido de frac.
¿Dónde
se perdió el aquí y el ya?
me
pregunta una mujer
con
la cabeza bajo el brazo.
Lo
subjetivo me tapa los ojos, la nariz, los oídos,
se
mete entre mis dedos irreales.
Lo
que ocurre huye,
Busca
donde morirse en silencio.
Inundado
por posibilidad,
permanezco
mudo bajo
el
peso de tanta sensación
en
capas en ondas en partículas
como
alfileres que insisten
en
lo especifico mientras la
puerta
gira como una tabla
de
salvación sobre los rápidos
de
un rio de lo particular en muchos
lugares
al tiempo patas arriba pero
convencido
de estar acá y acá y acá
con
este esta y estos aunque no sea
en
ese idioma con ese pasado y nada
al
fin llega más allá de la duda si se sigue
viviendo
al cerrar y abrir el ojo.
VII.
Mueca
Soy
un pedazo de alguien.
Soy
una vena, un depósito entre terrones
Ya
que el mundo entero me cayó encima.
¿Quién,
bajo una montaña, sabe dónde está?
A
veces me pongo muy nervioso,
Porque
pienso que ya todo
Se
ha acabado para mí.
Al
ser lanzado por el vitral de la misericordia,
Caí
en un mar de árboles, las olas astilladas.
La
tierra salió corriendo.
Un
trozo de tela, de ropa de alguien,
Baila,
se asoma, y se hunde de nuevo.
La
bulla se dobla y se guarda.
La
ola, que al crecer, no sabe más que tragar,
Obliga
todo lo horizontal a ascender.
Así
el mundo se llena la boca de si mismo,
Y
sin poder cantar, busca el punto
En
que se va de cabezas no a un abismo
Sino
a una nada insípida en que rodar,
Donde
se muele el espacio entre las cosas
Y
no quedará ni el vestigio de una membrana
Mario
Ángel Quintero nace en 1964 en San Francisco, California, donde vive
sus primeros treinta años. Estudia literatura en la Universidad de
California y es becado en creación literaria en la Universidad de
Stanford. Publica poemas, prosas y ensayos en revistas literarias
estadounidenses; también publica los libros en inglés: Globo
(1996),The Fifth Season(1996), y On the Voice(2016). Desde 1995
reside en Medellín, Colombia, donde publica los libros de poesía
Mapa de lo claro (1996), Muestra (1998), Tentenelaire (2006), El
desvanecimiento del alma en camino al limbo (2009), Keselazboga
(2014), Mapa de las palabras (2014) y los libros de dramaturgia Cómo
morir en un solar ajeno (2009),La sabiduría de los limones (2013), y
Calamidad Doméstica (2016). Publica sus ensayos en las revistas
colombianas Babel, Diverciudad,Interregno, A Teatro,y Revista de
Extensión Cultural (Universidad Nacional Sede Medellín). Es
integrante de los grupos musicales Underflavour y Sellthe Elephant.
Es director y dramaturgo del grupo Párpado Teatro, con quien ha
llevado más de quince obras a escena.