sábado, 10 de marzo de 2012

CARTA DE OZONO.Por: Jairo Guzmán


CARTA DE OZONO

Dejar, quieta en su letargo, toda la chatarra del mundo.

Asumir que nada existe excepto lo que se construya a partir de nada.

Abandonarlo todo y luego decir: “Ha cesado el dolor infligido a lo viviente”.

Lo viviente será, nuevamente, la luz de lo sagrado. Asistiremos, como tribu del abismo, a un nuevo nacimiento de lo viviente, después de resistir los desiertos donde se calcina el sueño de los agonizantes.

Madrigueras de la urbe, a lo lejos, en la extensión tóxica.

Allá, lo que fuera una civilización; ahora, la estatuaria de un delirio en torbellino de nuestras miserias.

Abandonarlo todo; hasta el nombre de lo que se oculta en el mal.

Abandonarlo todo; hasta el rostro oculto que te ha salvado de no perecer en las fauces de hiena del contrato social.

Abandonarlo todo para que el rostro no manifiesto de lo viviente nos bendiga con su ángel de ozono.

Abandonarlo todo y que ese acto entrañe una gran ofrenda de sanación.

No volver a los puestos de trabajo.

Promover el cese global de las industrias. Decir: “Basta, no queremos sus empleos que todo lo ensucian. No consumiremos sus galletitas procesadas. No deseamos su noción pasteurizada de la muerte”. Decir: “Hasta aquí llega el bostezo de loba de milenios de terror”.

Adiós amarga fábula de los grandes excesos del delirio tecno-científico e industrial.

Ir hacia una nueva inocencia mientras los relojes se deshacen en los miasmas de los torturadores del sueño.

Adiós máquinas del averno del consumo. Adiós mercados basados en la muerte de los animales y en la tortura de los genes del reino vegetal.

Abandonarlo todo, olvidarlo todo, excepto tus dulces cantos, oh alma de lo viviente.

Abandonarlo todo, olvidarlo todo, excepto tu cálida morada, poesía, canción de los no redimidos en la que flotamos como burbujas, plenos de visiones y revelaciones que escancian el vino de la hora luminosa.

Partir hacia una rada de luz donde la danza y la ebriedad solar marquen, de nuevo, el ritmo de la vida.

Adiós, espejismo náufrago, civilización que nos diste la poesía, para continuar sin tus carruajes de exterminio y desolación.