Raúl Henao en Caracas
“La poesía ya no ritmará la acción, ella será el fruto
y la anunciación nunca saboreados,
adelanto de su propio paraíso” René Char.
La poesía, a través de la imagen, no encierra otro mensaje diferente al de presentarnos (sin interpretar o explicar) el mundo que nos rodea, aunado a la propia subjetividad del poeta.
La poesía vuelve a presentar al mundo en su asombrosa y diamantina REALIDAD… realidad que para ser aprendida totalmente exige la apertura a una “sensibilidad radical” libre del fantasma engendrado por el pensamiento conceptual o ideológico, parámetro de la actual sociedad, en la pesadilla de la historia.
La poesía entonces solicita una visión renovada del mundo, una relación a la vez sabia y amorosa con la naturaleza, sin la cual todo cambio revolucionario revierte en viejas servidumbres, en la reiteración disfrazada o tangible de la opresión del hombre por el hombre.
Entre nosotros, todavía, algunos abanderados repiten las recetas y fórmulas unidimensionales del realismo socialista , dictaminando que el arte procede de la burguesía… La poesía les desmiente al proclamar su marginalidad y extrañeza en el intercambio mercantil, única tabla de valores respetada por el mundo moderno.
La poesía rehúsa pues, sobre todo, la aprobación de los mercaderes de la cultura y por eso su lenguaje jamás será el de las jerarquías oscurantistas de nuestra época.
Siempre a la vanguardia de cualquier insurrección o protesta, ella instaura la revuelta del amor y la libertad en la sensibilidad alienada de los lectores modernos, exigiéndoles a cualquier costo, cambiar su estado de oruga o crisálida en alada mariposa.
Que “el hombre es algo que debe ser superado” nos recuerda con el más audaz pensador de nuestro tiempo y enarbola a los cuatro vientos el pendón de la imaginación: estrella polar cuya luz traza el camino a la humanidad en la noche ilusoria de tiempo.
“La imaginación es el cuerpo divino en cada hombre” repite a cada paso el visionario y poeta inglés William Blake, señalándonos por otra parte, el enigma psicológico-social de que toda represión de las artes imaginativas se traduce en erupción de sangre y fuego.
Hay violencia donde se emascula la imaginación. Hay sedición y pillaje en la república que expulsa o sitia de hambre a sus artistas y poetas.
II – EL ESCÁNDALO DE LA POESÍA
La poesía es el escándalo de la palabra porque roba la condición humana a los designios de la naturaleza para ofrendarla en el incendio de la cultura viva, espiritual.
Es decir, que si la palabra teje en el tiempo la trama de los pueblos deviniendo moneda de cambio en la comunicación social. La poesía por su parte rescata el mundo de los orígenes, adánico y paradisíaco para llevarnos finalmente a la sobrenaturaleza y lo intemporal, fuentes de toda cultura genuina.
Ahí radica el escándalo, el escándalo impensable para el hombre moderno, encastillado en la pesadilla de la historia, en la ceguera de su egocentrismo ancestral… Aherrojado en la convención gramatical del “yo”, de la persona (o personalidad) profana: máscara de la muerte en vida.
La poesía responde pues a manera del arco y la lira heracliteanos a esa olvidada “armonía universal de los contrarios”, traspuesta en la imagen verbal para mayor irrisión del sentido común y el pensamiento conceptual.
La poesía recupera la fórmula encantatoria de la analogía, abre de nuevo sus puertas al embrujo y el amor loco, celebra el connubio inextinto de la naturaleza y el espíritu, el fasto del ser y los dioses: imagen suya, imagen de su libertad altanera.
Que el hombre de nuestro tiempo se escandalice con la poesía, que la injurien por igual el burgués y el propietario, el burócrata y el comisario: esos cofrades modernos del Gran Inquisidor.
Que la injurien el comerciante y el policía, el político y el eclesiástico… todos aquellos que quisieran someterla al celestinaje del poder, cuando ella misma es el poder… Como nos aseguran Eunice Odio, Mandelstam o Reverdy a la luz de su solitaria, dolorosa experiencia.
Hoy y mañana, la poesía es y será amor desmesurado de la vida (Pierre Reverdy), el oficio por excelencia de la libertad, el escándalo de la libertad.
III- IDENTIDAD DE LA POESÍA SURREALISTA LATINOAMERICANA
La poesía surrealista en lengua española no tiene otra identidad que la imaginación, la pasión, el furor, golpeando insistentemente el acantilado del arribismo, el conformismo, la castración, la domesticidad académica, única meta de buena parte de los llamados poetas modernos a través de los que se imparte la ciega consigna de trocar el sol de la vida por el espejito de la realidad; sorda realidad sujeta siempre a la camisa de fuerza del sentido común, al terrorísmo de la razón, al electroshock de las ideologías de moda en la época presente.
Porque se nos asegura que esta realidad danzando el unísono de los acontecimientos político-económico de la actualidad, solo puede ser traducida al lenguaje de la poesía por obra y gracia de la mas rampante calcomanía de la circunstancia histórica, celebrada con humor de casa de citas, reproducida en los incontables daguerrotipos publicitarios que decoran las letrinas y paredes leprosas del mundo moderno.
De ninguna manera, que nadie cometa la imprudencia de recordarnos que la poesía consiste ante todo en hilar la luminosa cabellera de un cometa pisoteado al paso de ganso de los ejércitos; en resucitar y multiplicar el cuerpo del amor en mitad de la redada de putas del mundo actual ; en convocar de nuevo los hechizos del eterno femenino delante del cadalso y la mala sangre de los moralistas de toda especie.
Evoquemos por un instante la presencia de Rimbaud, Lautréamont, Breton, Artaud, César Moro, Aldo Pellegrini, E. Gómez-Correa, Jorge Cáceres…
La tradición de la imaginación que el surrealismo ha soñado encarnar de nuevo en nuestra época, poesía del cuerpo que se niega a caer victima de la corrupción de la inteligencia pura al servicio de la emasculación colectiva; poesía que rehúsa abandonar este mundo por otro futuro, poesía que enlaza en una sola noche de bodas la embriaguez y la sobriedad, el sueño y la vigilia, la cordura y la locura. Poesía que conspira por igual contra la politiquería y la metafísica (en su acepción occidental), esas dimensiones de la náusea, establecida como legado inmodificable de la condición humana.
A esta fiesta de los sentidos, a esta perversión gozosa del sentido responde la poesía surrealista latinoamericana.
Nos engañamos al pensar que el costumbrismo, el pintoresquismo, el folclorísmo, en el que la mirada filistea de la crítica literaria europea quisiera encasillarnos a manera de una colección de mariposas exóticas, tiene algo que ver con esta aventura del espíritu sin otra frontera o geografía que la libertad humana.
Ese vértice de libertad no enajenada a ningún poder establecido es el que aspiran a alcanzar sus poetas más representativos. Que el hombre moderno afronte por fin el azar, el goce, la tragicomedia de su libertad sin que a cada paso se levante la asamblea de los jueces y verdugos, reclaman o reverberan sus mas encendidas metáforas imantadas por la brújula loca de lo maravilloso. La poesía surrealista latinoamericana es la metáfora de la libertad y más allá de ella siempre pedirá lo imposible: el champaña del sol, ese sol negro derramándose sobre el mundo, bautizando un nuevo mundo amoroso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario