martes, 6 de enero de 2009

POEMAS DE BORIS CALDERÓN. Del libro: "Estío en la materia". Selección: Rodrigo Verdugo.




"La luz está rota bajo mi piel"




A su sombra,

bajo el leprosario de los astros,

me has esperado siempre,

desde que eres cruz de ébano.

Desorbitado de fantasmas

vago por túneles de cristal.

Te busco,

para disolverme en tí como la música

del vicio.

Quiero encontrarte gimiendo,

antes que precipites el alba

en la oquedad de mis fauces.

¿Dudas todavia ser flor de los abismos?

Aún pienso

que seguirás siendo de ébano,

como cuando un dios convulso aulló:

!Hágase la luz!

Debes ignorar que tras el horizonte hay

una catástrofe

de columnas y planetas enloquecidos,

y que aún dista la selva de nelumbios.

Toca tus ojos con el vanadio de mis alas

negras

y verás revolcarse la tragedia del opio.

En el ocaso, a sus pies,

enterraremos la belleza.

Estaremos agónicos

cuando el amor se convierta en oración

de sangre.

Bramarán los sonámbulos al sol

y el vocerío emocionado

se arrastrará como el silbido de los

monstruos,

buscando los rincones

para herir nuestros oídos.

En los vértices de las ventanas,

ojos oblicuos nos acechan.

Mirame amada; estoy torturado

Recogerás, entonces,

tus ojos desnudos de la tierra

y me iré disolviendo de rodillas.

Llegarán a tus pies mis chacales ateridos.

Tu diras: que siempre estuve triste

y se harán polvo venerándote.

Amo la noche, amada,

desde entonces

amo sus montañas de ónice

donde se despeñan como petalos,

los astros extraviados.

Amo la agonía de tus ojos,

desde siempre,

amo sus colinas de algas

donde se despeñan como astros mis miradas.

Hacia la altura de mis huesos

llega reptando tu presencia.

Flotan cavidades en el eco de sus huellas

que derraman mis cabellos de vidrio,

hacia el cráter del tiempo,

El espacio tiembla de coágulos vegetales

cada noche.





***




Hacia el precipicio

donde se congestiona el cieno,

voy con la manada de alacranes

vomitando sangre y perlas.

Se suicidan las palomas,

cuando los espectros danzan

en la piedra de los alaridos.

La selva ha sido invadida

por la música que fluye de las charcas.

Hay mariposas seduciendo salamandras

bajo las estrellas de jaspe.

Sobre las copas, un atlante tuberculoso

sostiene en sus hombros de mármol

el peso de su desgracia.

Desde los muslos de una ramera pálida

acecho tus pisadas

Tengo un cuchillo de cristal entre los labios

y un vaso de arcilla se deshace

en los huesos de mi mano.

Cuando pases la posada del pecado

te partiré el vientre

y beberé el vino de tus enfermedades.

Diosa de infierno,

cuando me besas

me llenas la boca de tarántulas,

pero sigo amando el mirto triste

de tus senos.

Como un árbol en la tempestad estoy poseído

por el hambre e los amantes ciegos.

Predicaré tu nombre por los suburbios.

!Aullaré en la sombra, virgen envilecida!

!Gritare que vives, estrella de lodo!

!Que vives flor de las tinieblas!

No quiero que el alba profane tu vicio.

El sol no contagiará tu miseria.

Embriágame con tus besos de serpiente.

!Oh! el espanto de la luz.

Lameré tus huesos para que despiertes.

!Silencio! Cobíjame de a aurora.

con sus fauces llameantes.

!Protégeme!

Gimiendo con mis voces rotas

te pido, sacerdotisa de amor,

que salgas desnuda de tu cubil de ágata.

Ven a bañar tus carnes

en mis aguas impuras.

Eres paloma en tu sangre, loba mia.

!Déjame! Llegó la luz.

El día se cierne tenebrosamente

sobre los lenocinios.

Se ha revelado el secreto.





***




Aquella noche

no eras la misma, de las alas

verdes.

Tu pobredumbre tocaba el fondo de mis

ojos

envolviéndome en círculos letales

Descarnadas aves volaban junto a mí.

La inexperta, la negra, me invitaba al

festín,

tocando mis hombros con sus alas de

topacio.

!Oh! !Su piel de vidrio

caminando sobre los huesos vacíos!

Yo estaba deshecho;

una piedra azul en mi garganta

la frente cubierta de ceniza,

transfigurado por la huida.

!Cómo despertar! !Oh dioses de espanto!

!Cómo despertar!

Una luna de asfalto caía a pedazos

sobre los flancos viscosos.

Me atisbaba

a través de los ojos del monstruo.

Mis huellas se hundían

al fondo de los planetas.

!Huye! !Huye! ululaba riendo.

La soledad empequeñece el espacio.

Vamos al hermoso patibulo

asediado de orquídeas.

Tendrás una muralla para tus ojos

y un pantano para que goces con tu

amada

Os daré dos arañas para vuestros dedos.

Eres el elegido, sígueme, sígueme.

Tardamos, lobo triste,

mañana es el gran festín.

!Oh! lobo lejano, sígueme,

que la novia espera, con su sexo de tumba.




***


Boris Calderón: (1934-1962). Poeta Chileno Autor de: Estio en la materia, Santiago de Chile, Prologo de Victor Lohental Imprenta Alfa, 1954", "El libro de los adioses, Santiago de Chile, Prologo de Pablo de Rokha, Ediciones Copa de sangre 1956", y "Canciones para una niña que se llama francisca, Autoedición 1959", Boris Calderón, Antologia, (a cargo de Fernando Sanhueza), Ediciones Sech, Region Maipo, 2000.Su obra ha sido incluida en diversas antologias chilenas.