sábado, 16 de febrero de 2008

CARLOS DE ROKHA. POEMAS.





A LA LLEGADA DE LAS HORDAS

Mi gran furor que os dará la medida de mi cólera.

En fuga al centro de mí y hacia mi ser en lo profético desencadenado.

Mi pasión por la noche, mi clarividencia.

De poseso coronado por Orfeo y la Bella.

Me hacen más libre, y a la vez, más dichoso y más múltiple.

Que vosotros que todo lo tenéis.

Que vosotros oh corsarios blancos.

Oh, hijos de un cielo que habéis adquirido al menor precio.

A quienes nunca he visto jugarse una última carta.

Como quien juega su cabellera a las aguas envenenadas.

En el supremo juego donde el que pierde es el gran victorioso.

¿No os espanta mi lengua de animal solitario?

¿O no es a vosotros a quienes ciega

mi ojo centelleante como un vasto océano?

Temedme. Alejaos de mí.

Soy el monstruo sagrado, el asesino celestial y benigno.

Aquel que jamás tuvo nada, pero aún así

Su inaudita riqueza sobrepasa a la vuestra.

Porque yo hice mío lo desconocido.

Yo he tocado los límites del infinito.

Y, por último, sabedlo!

Vosotros, que alardeáis de santidad y pureza.

Nunca estaréis tan cerca de Dios como yo.

Que soy la otra cara de El.

Que soy la eternidad que revive en un hombre.

Que soy una edad desconocida.

Avanzando de himno en himno, de conjuro en conjuro.

Hacia el centro de mi corazón.

Hacia los mundos puros, los mundos malditos, los mundos negados.

Donde he llegado a ser

Un titán bronceado por los sueños

Y que marcha, sí, que marcha.

Abrazado a su abismo como a un postrer anhelo.



***



JULIETA O LA CLAVE DE LOS SUEÑOS


Una mujer de champagne me llama desde un sueño

Donde ella con sus ojos me pervierte

Deliciosa es fascinante

Adorable envenenada

Sobre la boca una mancha más negra

Ese gesto que marca sus pasos

De bella condenada a las habitaciones

El Océano en sus manos renueva sus espejos

La vida que yo amo es ésta entre sus brazos



***



CASCADA DE COPA



Escribid mi nombre en el libro de la noche

Donde yo anuncio la venida de un océano más negro

A la caída de los pájaros que han perdido sus alas

Sobre los follajes en que sangra el sol

Es preciso saber sonreír a cualquier precio

Ser el paseante de un bosque de árboles negros y blancos.

Las araucarias puede servirnos de puentes levadizos

O de lo contrario todo estaría perdido

Al borde de un espejo sin fondo

Donde un gran pájaro de nieve imita las cascadas

Decidme

Dónde hay una reina que devore el corazón del prisionero

Decidme

Cuántos ángeles pueden nadar en una gota de agua



***



LAS DEGOLLABLES


Bellas a un aire de nadar

Se desnudan visten ropajes propios

Y sobre sus cuerpos presumen la clave

Del encanto de las chacales

Del tigre de la ronda

Mejor vestidas que jamás errantes sanguinarias

Aquí están consumiendo varillas de leche

Sorteando sus partes de azar

Entregan sus peinados a la silla maldita

Las chacales tatuadas con armiño

Son éstas panteras del orgullo henchidas de virtud

Con un cuerpo por roja rosa de la ronda

Evaporada sobre sus bocas todas semejantes

A la risa de la boa que encantan

Más puras están ebrias fascinadas envenenadas

Lobas obsesivas en el tratado de sus detalles mágicos

Liberáis por avaricia los enigmas favorables

Vuestros cuellos semejantes al hastío de las cascadas

Vuestros cuerpos semejantes a la pereza

Libres ya de ligaduras crean un pacto de dicha

Así con marcas de amor las adorables de las horcas

Viven de un cielo prestado a la ciudad perdida

Y como arrogantes vestiduras en los más crueles paisajes
Los pájaros son su ropaje de Medusas

Cantan a la llegada sobre la costa de granito
Sueñan cuándo vendrá el gran día

Hollad las rocas bellas gavilanes



***


JEAN ARTHUR RIMBAUD O LA SUITE NEGRA


El, que jamás ha osado poner precio a sus sueños,

Vio a los centinelas escupir los más espléndidos tapices

A ellos, los mismos que un día negaron las uvas del delirio.

El Festín de las Gracias lo había maldecido.

Bebía un licor extraído de todos los pantanos.

Donde la más bella aventura se perdía en sus propios misterio.

Mientras los aldeanos le veían salir de Les Ardens.

¡A dónde iba cuando en los graneros ardían los mitos del silencio?

¿Hacía qué radas de desventura en qué oscuros caballos de espuma lloraba a orillas del mar?
Ángel por demonio su ensueño se ha saciado.

Con los heliotropos mea las estrellas

Cuando las Furias le soplaban las orejas

Y su cabeza de fauno ardía por las hidras

Por el ángel que afeitan vive siempre sentado

Prófugo de sí mismo quienes le adoraban eran los malditos

Los que pedían sus visiones a un Leviatán de los paraísos infernales.

Ellos han besado sus manos igualmente lamidas por larvas en desorden.

Ellos amaban al infante prodigioso.

Alquimista de vocales hechicero castigado despierta.

Rompe las llaves mágicas que guardaban su clave

Y contra toda piedad arroja el mismo hastío.


***



Carlos de Rokha es uno de los hijos del matrimonio formado por los poetas Pablo y Winett de Rokha. Nació en 1920 en la ciudad de Valparaíso y falleció trágicamente en Santiago, en 1962, siendo precursor del destino funesto que siguió luego Carlos Díaz Loyola, su padre, más conocido como Pablo de Rokha, que culminó sus días autoeliminándose (aunque su hermana Lukó de Rokha descarta la tesis del suicidio, cambiándola por un ataque cardíaco). Además de la literatura ha cultivado la pintura (comprensible debido a que era el arte la ocupación de sus hermano Lukó y José). Juan Guixé lo ha calificado como “original, transformaba la vida en un mensaje, que después se hacía dispar, llena de recovecos, que más parecían un laberinto. Lamentable que, su muerte fue prematura, ya que él, podría haber dado mucho más de lo que todos admiraron, en su corta existencia”1.
A esto se agrega lo que ha dicho Jorge Teillier respecto de Carlos de Rokha: “llevó una vida totalmente amarga. Un poco también por su condición mortal. Carlos no era de este mundo. No era un enfermo mental sino un visionario, estaba alejado de la realidad. Eso lo refleja muy bien en su poesía que tal vez sea la mejor poesía surrealista chilena, como decía Eduardo Anguita y como también lo decía Teófilo Cid, que era la primera víctima de la Mandrágora, o sea del surrealismo. Carlos de Rokha a los 15 años escribía poemas angélicos”. Elizabeth Neira señala que era “maldito a pesar suyo, infantil, quizás por la sombra omnipresente de su padre”2 . Es importante señalar que Elizabeth Neira comete un serio error al “publicar” primero “Pavana del gallo y del arlequín” (lo sitúa en 1964) y luego “Memorial y Llaves” (lo sitúa en 1967), lo que es totalmente al revés.
No pudo ser encasillado en ninguna corriente literaria, o más específicamente en ningún “ismo”. Su primer libro “Canto profético (o también “poético”) al primer mundo” (1944) entrega visos claros de un autor, a esas alturas muy joven influido por el Surrealismo, pues tuvo flirteos con Mandrágora (Enrique Lihn lo calificó como “surrealista en estado natural”), pero lo que sí se puede decodificar es un barroquismo en esta primera escritura. Leonardo Sanhueza lo calificó de “órfico”, afirmación rebatible que se origina por estar quizás todavía trasnochado de su trabajo con Rosamel del Valle. Su segundo libro “El orden visible” (1956) confirma y refrenda lo anterior, al entregar un texto pletórico, recargado, henchido de palabras e imágenes, con un lenguaje que avanza a paso fuerte. Se consagra con “Memorial y Llaves” (1964) y con “Pavana del gallo y el arlequín” (1967), textos que han galvanizado no solamente su estirpe de poeta, sino de voz, de calidad inconfundible. Su deceso hizo surgir también casi con un efecto reflejo el calificativo de poeta maldito, en estos casos lo más fácil, también lo más llamativo, a pesar de lo manido del término.Dentro de las ediciones de Carlos de Rokha utilizadas para revisar la obra, se cuentan las siguientes, todas originales, de los años en que fueron publicados, salvo la edición de “Pavana del gallo y el arlequín” (1967) que es la de la Editorial Universidad de Concepción, publicada en el año 2002. La edición de “Memorial y Llaves” es la que se ha publicado por parte de Ediciones de la Municipalidad de Santiago, 1964, a raíz del galardón que recibió en los Juegos Florales.
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