viernes, 10 de agosto de 2007

EL GENIO DE MILOSZ Y LA PLEGARIA DE LA POESÍA


(Texto escrito por Oscar Portela)






Distinguir con meridiana claridad la diferencia que separa lo que Heidegger denominaba "stimung" - suspensión de sentido que afecta lo ontológico, (del mero "estado de ánimo" psicológico), por lo que el filósofo alemán denominaba "temple de ánimo" ,‹"temple" es la temperatura a través de la cual los metales alcanzan sus estados ideales, resulta, entre muchísimos nudos gordianos, absolutamente necesario para enfrentarse a la obra poética, y contradictoria o paradojalmente, a la del vidente lituano Oscar Wladislao, conde de Lubicz Milosz. Quién fue o qué fue en esencia Milosz, es pregunta que puede aún alzarnos y alcanzarnos como un rayo, cuando de clasificar o buscar genealogías de obras se trata. El mismísimo Adolfo de Obieta comete el error de enumerar una larga lista de espíritus afines por el hecho de compartir, aspectos parciales de cualidades como el esoterismo, la nigromancia, la videncia, el hermetismo, citando desde Pitágoras a Wroski, Novalis, Hölderlin (poetas), hasta Bach, Wagner (entre los músicos), Swedemborg, (entre los visionarios) (así clasifica Obieta la traducción de Lisandro Z. D. Galtier), como Blake, entre los pintores (aunque Blake haya sido mucho más que un pintor), Cyrano entre los utopistas ¡vaya exageración!, hasta Hesse entre los novelistas. Estas genealogías son amalgamas, que antes de singularizar y poner entre comillas la obra de un creador y la creación en estado de skepsis (preguntar es la plegaria del pensamiento), escribe Heidegger en "Preguntas Fundamentales", confunden y, bajo la necesidad de presentar presuntas afinidades, amontonan y enturbian. Comencemos pues admitiendo que Milosz fue un poeta de cabo a rabo en sus primeros poemas, en sus poemas cortos, y que la lúgubre letanía cercana a la de Poe, distinguió desde el principio, el duelo inacabable que se prolongó trágicamente en su búsqueda plotiniana del Uno "de la palabra única", diría Derrida que pudiera devolver al niño expósito, desposeído de las imágenes madres y del útero de los arquetipos, la condición deyecta- caída- del mortal, por no decir abyecta. Basta decir que Milosz trató a Fulcanelli para creer que todas las contestaciones están al alcance de la mano? La genealogía de Milosz es tan antigua como moderna: me atrevería a decir que Milosz sería típicamente un poeta moderno si su lenguaje, si su ropaje estético, no lo arroparan de un peculiar expresionismo, que nos lo muestra embarcado en la búsqueda del Uno ‹el innombrable> que él, sin embargo, se atreve a nombrar, porque dice "ver y describir lo que ve". El poeta pánico, el poeta dionisiaco, convive con los Dioses, juega con éstos y es víctima de la crueldad de toda trasgresión que no permita "ver" aquello que no puede ni debe ser "objeto" del deseo mortal, como le sucede a Acteón. Pero el todo heracliteano está lleno de Dioses, y el Uno ‹barro primordial hasta el que tenemos que bajar para reencontrarnos con los inmóviles arquetipos parmenídeos, a los cuales el hombre ha abandonado y por lo cual paga con la cárcel del tiempo, en la traducción de Diels de la frase de Anaximandro.. En verdad es el alma un extraño en la tierra y el hombre un " nonato" aún interpreta Heidegger a Trakl, y esta feroz nostalgia, igual que la de Rimbaud cuando afirma que aún no estamos aquí, que no es ésta la verdadera vida, claro en éstos poetas sin apelar a la trascendencia de un mundo inteligible son fenómenos expresamente modernos. De todos los creadores en los cuales la melancolía de un paraíso perdido hace carne, sólo Nietzsche mira hacia el futuro. Las naves han partido y no existe ni el arriba ni el abajo, ni puertos donde guarecerse de las tormentas, menos aun la sombra de los arquetipos de soles muertos, mientras los simulacros nos muestran que lo que Blanchot denomina fragmentación, dispara sobre el poeta moderno su salva de letales perdigones. "Bienvenida seas, soledad, madre mía", escribe Milosz después de haber llevado a Miguel de Mañara (Don Juan Tenorio) al purgatorio del arrepentimiento y a confesar que existe un solo amor que es el amor de "aquel que no puede ni debe ser nombrado". Debemos reconocer que Milosz, si bien no las busca , aunque elementos de índole estética le sobran, encuentra en su camino de despojamiento estético algunas de las imágenes más bellas de la poesía contemporánea. Su sentido de amor a la naturaleza (Y, en la noche fragante, la jauría de la melancolía ladra en sueños), resulta siempre vencido por el pavor: sin embargo el zumbido de la reina de estío,- la abeja- revolotea de vez en cuando por sus páginas. La madre Lituania, la madre carnal,- pero solo simbólicamente, porque se trata de la madre que pare sin engendramiento- lo han expulsado de aquellos "¡Antiguos días, antiquísimos días, tan bellos, tan puros!". Pero el pavor, afirmábamos, el pánico, solamente comparable al de Poe, pueden con el poeta que necesita lo que algunos denominan el "camino ascensional" que lo llevará al encuentro de aquello que Platón no encontró: "el huevo solar". El centro luminoso del Universo en el cual se mece increado aún, la archiescritura de los arquetipos: el niño de los niños antes de su fecundación. Milosz dice en su obra cumbre e inclasificable "El cántico del conocimiento": "Yo he visitado los dos mundos. El amor condújome hasta lo más profundo del ser". Lo que hasta el momento se ha llamado poesía, constituye para Milosz un llamado al desierto de los símbolos que son meros simulacros. La tierra es la tierra baldía, en la cual la antigua raza que añora, suprimía las dicotomías de noche y dia, de movimiento y dinamismo - el devenir-, y lo que denomina el "lugar" - el "Das-Sein" diríamos hoy-, en una repulsa de lo temporal, en un tiempo anterior al tiempo, y en esa raza anterior a toda raza, que no sean la de los lemueles servidores de Dios, donde se establece el "páramo" y la dinámica de la "separación". Y también escribe: "Yo escribo lo que veo". Y también escribe: "Yo he visto. Y quien ha visto cesa de pensar y de sentir. Solo sabe describir aquello que ha visto": ¿Y que ha visto el poeta vidente?: "Porque hay un país donde el ser esta solo/ frente a sí mismo./ Allí él se ama, y se desposa/ y se crea./ Allí se glorifica./ Y el sitio es denominado por tus semejantes:/ Lugar/ de la Conjunción,/ de la Femineidad Eterna y de la/ Vida". Solo desde ese sitio universal es posible ver sin conturbarse y leer la grafía de la verdadera escritura (la archiescritura derridiana), en la que podemos volver a ponernos en contacto con el absoluto, todo ello antes de la "caída, la Línea Recta, la primera". Empero, si el absoluto es sólo el margen móvil de la temporalidad, ¿qué función cumple ya aquí el lenguaje que sólo constata, que ya no puede ni debe salmodiar lo incognoscible? El hermetismo puede desconstruirse. La mística termina en el silencio de la noche oscura del alma. La locura abre puertas impensadas al lenguaje como queda explícito en la obra de Hölderlin. Milosz termina en el Ofertorio, en la Misa Sagrada, desde cuyo púlpito sólo se puede volver a dictar un nuevo canon moral: el dictare ( la orden) de una palabra que abre el camino hacia una visión maniquea del mundo. La feroz lucha entre la luz y las sombras ‹más acá del bien y del mal‹,*, en la cual siempre puede escribirse -no lo hizo David- un nuevo manual de moral sobre lo cual caminan sólo los genios, porque de este modo, la humildísima poesía, puede perder su calor humano y terrestre, que es lo único que la justifica ante los ojos impíos de los hombres. La obra de Milosz permanecería después de un siglo desconocida, tal como él lo hubiese deseado, si Lizandro. Z. D. Galtier, el gran poeta argentino de Lumiere du pampa, fundador del Círculo Hermético "Les amis de Milosz" que llevaba en sus manos el anillo del legítimo rey de Lituania, junto a Jaluc y otros, no hubiera hecho culto de la belleza a la que supo dedicar su vida el humilde y luminoso poeta europeo. En sus últimos años Galtier se empeñó en llevar a las tablas algo que tal vez tenga que ver con esa tradición que va de Calderón a Hoffmanthal, y que parece tan lejana a nosotros ahora, pero no pudo sino desear algo que tal vez hubiera resultado anacrónico, cuando Godot, ya no esperaba nada de la palabra soplada ni del absoluto.

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Oscar Portela, nacido en la provincia de Corrientes ( República Argentina) el 5/13/50, es considerado hoy por las más importantes voces de la literatura de su país, como una de las más potentes voces de la poesía y el pensamiento latinoamericano. Administrador Cultural, ha ocupado importantes funciones en su provincia y ha integrado por dos periodos consecutivos la Comisión Directiva de la Sociedad de Escritores de la Argentina. Doce títulos de su obra poética editadas ( Senderos en el Bosque, Los Nuevos Asilos, Memorial de Corrientes, La Memoria de Láquesis, etc, y obras ensayísticas en las que se ocupa preferentemente del pensamiento filosófico contemporáneo, (Nietzsche sonámbulo del día) , le han valido la consideración de importantes pensadores de su país. Ha publicado en España, México, Venezuela, Paraguay, y casi todos los medios de prensa de la Argentina. Asimismo es especialista en critica e historia del cine y es autor de letras de obras musicales en su mayoría inéditas